Opinión
Microplásticos, la contaminación que nos comemos
Se estima que los humanos ingerimos en cada comida más de 100 partículas microplásticas. Estos residuos se han convertido en una de las principales amenazas para el medioambiente y han invadido todo nuestro entorno vital. Aunque hasta ahora se consideran inocuas para las personas, la OMS urge a investigar sobre los efectos de estas micropartículas en nuestra salud.
Su presencia es casi invisible, pero constituyen una de las principales amenazas para el medioambiente. Presentes de manera descontrolada en ríos, mares y océanos, los microplásticos no solo contaminan sus aguas, sino que han pasado a formar parte de la alimentación de la fauna marina. Peces, aves, tortugas, mamíferos marinos e invertebrados ingieren estas pequeñas partículas al confundirlas con alimento. De forma inconsciente, los humanos también hemos incorporado los microplásticos a nuestra dieta. Según un estudio de la universidad escocesa de Heriot-Watt, en cada comida ingerimos más de 100 de esas pequeñas partículas plásticas contaminadas, cuya presencia ya se ha detectado en heces y en orina de humanos. Y es que los microplásticos no solo llegan a nosotros desde el mar, sino que están presentes en las telas sintéticas que tenemos en nuestros hogares o en la tapicería de los sofás, por ejemplo, que van soltando gradualmente esas pequeñas partículas que pueden acabar en nuestros platos.
De acuerdo con la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, de sus siglas en inglés), dependiente del Departamento de Comercio de Estados Unidos, esas pequeñas piezas de plástico deben tener un tamaño inferior a cinco milímetros para ser consideradas microplásticos. Pero no todos son iguales y hay que distinguir a los primarios de los secundarios. Los primarios son pequeñas partículas lanzadas directamente al medioambiente. La abrasión de los neumáticos en la conducción y el lavado de ropa sintética son los dos principales generadores de estos microplásticos primarios, pero no los únicos. También encontramos microplásticos en productos de cuidado personal y de limpieza. El polietileno (PE), polipropileno (PP), poliestireno (PS), tereftalato de polietileno (PET) y el policloruro de vinilo (PVC) suelen estar presentes en cosméticos, exfoliantes, geles de baño, dentífricos, protectores solares o detergentes.
Los secundarios se originan a partir de la degradación de desechos plásticos más grandes, como botellas, bolsas de plástico o redes de pesca. Suponen entre el 69 y el 81% de todos los microplásticos que podemos encontrar en mares y océanos, según datos hechos públicos por el Parlamento Europeo, mientras que los primarios oscilan entre el 15 y el 31%.
El agua embotellada y el agua del grifo no escapan a la presencia de microplásticos. Un estudio de la Universidad de Nueva York en Freedonia para la organización periodística Orb Media detectó esas micropartículas en el 93% del agua embotellada, tanto en envases de plástico como de vidrio. Se analizaron 259 botellas de 11 marcas diferentes de nueve países y se detectó un promedio de 325 partículas de plástico por cada litro embotellado. El polipropileno, utilizado para fabricar los tapones, fue el microplástico más encontrado (54%), seguido del Nylon (16%), poliestireno (11%), polietileno (10%) y tereftalato de polietileno (6%). Según otro estudio de Orb Media, el 94% del agua del grifo en Estados Unidos y el 72% en Europa contiene partículas plásticas.
La preocupación por la invasión de estos derivados del petróleo, difícilmente degradables, es máxima. La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que las micropartículas encontradas en el agua para el consumo humano “no parecen suponer un riesgo para la salud en los niveles actuales”. No obstante, esta organización considera que se necesitan “urgentemente más datos sobre los efectos de los microplásticos” y anima a seguir investigando, ya que es ineludible efectuar “más estudios para conocer mejor la exposición a los microplásticos y sus posibles efectos en la salud de las personas”. Además, insta a “reducir la contaminación provocada por los plásticos, no solo para proteger el medioambiente, sino para evitar que la población esté expuesta a los microplásticos”.
Por su parte, la Fundación Ellen MacArthur alerta de que en el año 2050 los océanos podrían contener más plásticos que peces. La producción mundial de plástico ha pasado del millón y medio de toneladas en 1950 a los 322 millones en 2015. Este crecimiento está acompañado de un incremento de los residuos. La ONU (Organización de Naciones Unidas) calcula que hay 51.000 millones de partículas microplásticas en el mar.
Estas partículas son demasiado pequeñas para ser eliminadas por los sistemas de filtrado de las aguas residuales y cuando salen de las depuradoras se diseminan de forma descontrolada por ríos, mares y océanos, convirtiéndose en una amenaza para la biodiversidad. Capaces de atraer y liberar sustancias químicas, los microplásticos son productos de gran nivel tóxico que vagan sin control por nuestras aguas y forman parte ya de la cadena alimenticia.
En la base de esa cadena alimenticia marina está el plancton, en sus formas de fitoplancton, que aporta el 50% del oxígeno a la atmósfera, y zooplancton, y es extremadamente vulnerable a los efectos nocivos de los microplásticos. El zooplancton ingiere esas micropartículas en suspensión al confundirlas con alimento y, a su vez, el plancton sirve de alimentación a peces, aves, moluscos o mamíferos marinos de gran tamaño, como las ballenas. Los microplásticos se van acumulando en los sistemas digestivos de estos animales hasta que se supera el límite de toxicidad tolerado por sus organismos y mueren. La preocupación por el riesgo que pueda suponer para los seres humanos el consumo de esos animales contaminados con microplásticos es alta y las líneas de investigación van encaminadas a conocer el verdadero alcance de esos efectos.
Un estudio efectuado por investigadores de la Universidad Médica de Viena y la Agencia del Medioambiente de Austria, hecho público en 2018, halló hasta nueve tipos de microplásticos distintos en las heces de las ocho personas analizadas. Si bien el número de personas sometidas a estudio es pequeño, sí es significativo que en todas ellas, procedentes de distintos países del mundo, se encontrara un promedio de 20 pequeñas partículas microplásticas por cada 10 gramos de heces. Más reciente, de 2019, es el estudio conjunto de la Agencia Federal de Medioambiente de Alemania y el Instituto Robert Koch, que detectó la presencia de microplásticos en el 97% de las muestras de orina analizadas de 2.500 niños y adolescentes, de entre tres y 17 años.
La presencia de microplásticos en el organismo humano, con ndependencia de la procedencia de los individuos, de la edad y de su dieta, es un hecho. No hay evidencia científica del riesgo que pueda tener para la salud la presencia de esas partículas en el intestino, pero la preocupación es notable y en la Unión Europea se están dando pasos en la lucha contra el plástico. También se mueven en este sentido otros países, como Estados Unidos, donde está prohibido por ley desde 2017 el uso de microplásticos en productos cosméticos.
En septiembre de 2018 se aprobó la estrategia para mejorar la gestión del plástico dentro de la Unión Europea y se planteó que para 2030 todos los envases de plástico sean reciclables. La Comisión también solicitó para 2020 una prohibición a escala europea para eliminar el añadido de microplásticos de forma intencionada en cosméticos o detergentes y el Parlamento Europeo exigió que se tomen medidas para minimizar la liberación de microplásticos de productos textiles, neumáticos o pinturas.
Un mes más tarde, en octubre de 2018, el Parlamento respaldó la posición de la Unión Europea de prohibir determinados productos plásticos de un solo uso, que suponen el 70% de los desechos que llegan al mar y que tienen sustitutos no plásticos. Así, en marzo de 2019, el pleno del Parlamento Europeo aprobó, con 560 votos a favor, 35 en contra y 28 abstenciones, la normativa que prohibirá a partir de 2021 los artículos de plástico de usar y tirar, como pajitas para beber, bastoncillos de algodón, platos, cubiertos y vasos. A esta lista, propuesta por el Ejecutivo comunitario, el Parlamento exigió que se añadieran los envases de poliestireno para alimentos, como los empleados para la comida rápida. También estarán prohibidos los productos de plástico oxodegradables, que se descomponen con facilidad en pequeñas partículas que acaban contaminando los oceános.
En cuanto a los productos que no tienen una alternativa mejor al plástico, como las redes de pesca, la Unión pretende incentivar el reciclado. Todo con el objetivo de reducir el enorme impacto medioambiental que suponen los microplásticos, cuya presencia se ha detectado por primera vez en el Ártico. Una expedición científica que recorrió el Paso del Noroeste entre el 18 julio y el 4 de agosto pasados encontró microplásticos en las muestras de hielo tomadas durante la travesía. Ningún lugar de la Tierra está a salvo de esta forma de contaminación casi invisible.
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