Opinión
El debate de la discordia
Parodiando a Stendhal, la palabra ha sido dada al candidato para ocultar su pensamiento. Todo consiste en decir, con la mayor contundencia posible, aquello que tus seguidores más titubeantes esperan que digas. No importa que contradiga lo que piensas y hasta desmienta tu comportamiento anterior. Tampoco importa que sepas que aquello que propones con tanto énfasis y tanta convicción aparente se ha demostrado ya inviable. En un debate como el de anoche, considerado decisivo, destinado a afianzar el voto de los seguidores y atraer a los indecisos, en unos comicios ajustados, con pronóstico incierto, la razón electoral se impone a la verdad política.
En esta sonada ocasión había dos cuestiones previas ineludibles, de las que dependía en gran manera el éxito o el fracaso de los distintos candidatos. La primera pregunta a la que había que responder era: ¿Por qué estamos aquí? O dicho de otro modo: ¿Quién tiene la culpa de la repetición de las elecciones? En este punto, a pesar de sus esfuerzos en culpar a UP y extender la responsabilidad a PP y Cs, Pedro Sánchez tenía todas las de perder. La versión de la Moncloa, que los cursis llaman ahora relato, no ha colado. Se impone la convicción general de que Sánchez ha querido repetir las elecciones para ganar fuerza, lo que le convierte en el principal sospechoso del bloqueo que padecemos. Le siguen en esta responsabilidad Pablo Iglesias por impedir un Gobierno de izquierdas y Albert Rivera por no ofrecerse hasta el último minuto.
La segunda cuestión, que flotaba en todo momento en el aire de este debate de la discordia, puede enunciarse así: ¿Con quién está usted dispuesto a pactar para romper el bloqueo? Las respuestas no son, desde luego, muy estimulantes. Éste es un punto en el que nadie está dispuesto a mostrar las cartas y decir lo que piensa. Hemos asistido a una confrontación de todos contra todos, con el candidato socialista de diana de todas las flechas, lo que dificulta aún más adivinar el futuro. Parece que ha quedado claro que, a pesar de los mutuos recelos, PSOE y Podemos siguen dispuestos a entenderse, y que PP y Ciudadanos, aunque compiten a cara de perro por los restos centristas, son los socios más seguros. El problema es saber si esta alianza de centro-derecha alcanza para algo. Vox de Abascal va por el monte solo, es un grandísimo incordio para todos y dificulta aún más el desbloqueo. Con Cataluña incandescente, sólo queda la gran coalición, descartada naturalmente de antemano por unos y por otros.
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