Opinión

Lista negra

No se trata de hacer leña del árbol caído. Pero, a la hora de analizar lo que ha pasado el 10-N, tan aleccionador es resaltar a los vencedores como señalar con el dedo a los perdedores. Hay nombres que aparecen, por efecto de la propaganda, en el apartado de los ganadores que, en realidad, deberían figurar en la lista negra. Me refiero, sobre todo, a Pedro Sánchez, cuyo fracaso es evidente, a pesar de ser la lista más votada. No sólo no ha conseguido con la repetición de las elecciones desbloquear la situación política, sino que la ha hecho más intransitable. Su partido ha perdido tres escaños en el Congreso, más de setecientos mil votos y la mayoría en el Senado. ¿Dónde está su victoria? De paso ha ayudado, consciente o inconscientemente, a la poderosa irrupción de Vox y al hundimiento de Ciudadanos. Con estas credenciales y tras las reiteradas derrotas anteriores en la investidura, sería una temeridad que el Rey volviera a encomendar a este hombre formar gobierno. Dentro del círculo socialista y de gobierno, otros dos perdedores resonantes son Iván Redondo, jefe del gabinete del presidente y «gurú» electoral, contra el que se revuelven hoy muchos de los históricos del PSOE, y, por supuesto, José Félix Tezanos, que no es ciertamente adivino y que, con sus juegos partidistas de espejos ha conducido al Gobierno en funciones a este desastre y al CIS, al mayor descrédito de su historia.

El perdedor cantado de estos comicios ha sido Albert Rivera, cuya errática forma de hacer política ha merecido el rechazo del electorado. Ha tenido la dignidad de dimitir. La tendencia de los nuevos partidos –veremos si se cumple también con Vox– es irrumpir con fuerza, crecer vertiginosamente, levantar grandes expectativas, parecer que se van a comer el mundo y, enseguida, perder fuelle y resignarse a ser una minoría desfalleciente. Esa es la trayectoria seguida también por Podemos de Pablo Iglesias, que soñó un día con tocar el cielo con las manos, y ahí lo tienen, como uno de los derrotados, solicitando humildemente unas migajas de poder para sobrevivir. Íñigo Errejón, el antiguo compañero de aventuras de Iglesias, ni siquiera ha entrado con fuerza en el Parlamento; ha quedado reducido a la insignificancia. En el ámbito, en fin, del Partido Popular hay dos puntos negros: Cataluña y, sobre todo, el País Vasco. Difícilmente podrá gobernar en España sin tener una representación consistente en estas dos comunidades. En esta lista negra hay que incluir por tanto al fuerista vasco Alfonso Alonso. De los errores y de las derrotas también se aprende.