Opinión
Primer test para el pacto con Podemos
El PSOE, siempre más hábil que el PP y con un sentido de solidaridad interno infinitamente superior, logró sortear las fatídicas semanas preelectorales para la emisión de la primera sentencia sobre el caso de los ERE. Pero no habiendo logrado Sánchez que sus elecciones reforzaran su posición como presidente, ahora el PSOE se enfrenta a la sentencia en un momento delicado. Depende más que antes de Unidas Podemos, siendo así que si Sánchez convocó las elecciones fue para darle la puntilla al partido de Pablo Iglesias.
Depende de la tribu de los regio-nacionalistas, que no dejarán de aumentar el precio de su colaboración si la sentencia es, como se prevé, desfavorable a los socialistas. Y va a depender aún más de los secesionistas catalanes, que saben que sin ellos a Sánchez no le queda más recurso que pactar de algún modo con las muy satanizadas derechas.
Así que mañana martes, a partir de las 12 horas, podemos asistir en directo al primer test al que se va a someter el debilitado Pedro Sánchez después de su error estratégico. Iglesias ya ha avisado a sus «bases» que tendrán que aceptar muchos malos tragos. Tal vez esté aquí el primero: escenificar cómo un partido que representó un día la regeneración ética acepta pactar con un partido que en su momento de mayor esplendor en Andalucía, su feudo de décadas (y una de las regiones más empobrecidas y atrasadas de la Unión Europa), hizo como que no se percataba de un fraude de casi 855 millones de euros realizado durante diez años. Y no va a ser este el último trago, porque el caso de los ERE se va a prolongar mucho tiempo, con episodios tal vez no tan graves, pero no menos chuscos.
La izquierda, sin embargo, y Unidas Podemos sigue en esto la mejor de las tradiciones, sabe siempre subordinarlo todo al interés general. En los años ochenta, un gran hombre de empresa solía decir que en cuanto los socialistas llegaron al poder, en noviembre de 1982, empezaron a hacer lo que acabaría estallando una década después. Y ni que decir tiene que, por muy dura que se la sentencia, ningún juez tendrá la desfachatez con la que el juez Ruiz de Prada atacó políticamente al PP en la sentencia de la Gürtel que llevó a la caída de Rajoy en 2018.
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