Opinión
Jaque al Rey
El nuevo Gobierno que se prepara en España tiene toda la pinta de ser un jaque al Rey. No es probable que acabe en un primer movimiento con la monarquía, pero cualquiera que observe desapasionadamente la posición de las piezas en el tablero llegará a la conclusión de que el Rey está amenazado. La bandera republicana no falta en las noches electorales ante la sede socialista de la calle Ferraz, y la mayor parte de los que allí se manifiestan y vociferan siguen llevándola en las entrañas. El republicanismo del PSOE forma parte de su memoria histórica o ADN. Después de una inicial resistencia, los socialistas aceptaron por fin en 1978 la actual forma de Estado en la Constitución. La llegada al poder de Felipe González en 1982 contribuyó a la consolidación de la Monarquía. Su lealtad y consideración al monarca estuvieron fuera de toda duda. Lo mismo pasó después con Rubalcaba, que también prestó grandes servicios a la Corona. Pero los tiempos han cambiado. Hoy el PSOE está en manos de Pedro Sánchez, un político ambicioso y errático, que acostumbra a cambiar de principios de un día para otro sin inmutarse ni dar explicaciones y que, para agarrarse al poder, es capaz de pactar con los enemigos declarados de la Monarquía y de la Constitución.
Podemos, su socio principal, no ha ocultado nunca su propósito de acabar con el «régimen del 78», sustituyendo la Monarquía por la República. Otra cosa es que a Pablo Iglesias le convenga por razones tácticas, hasta afincarse en el Gobierno, renunciar de momento a sus pretensiones, o disimularlas, en relación con Cataluña y con la forma de Estado. Si tiene ocasión, romperá el pacto constitucional que estableció el Partido Comunista con la Corona en tiempos de Carrillo. Y los otros dos peones imprescindibles para la gran jugada «progresista» de Sánchez son, como se sabe, los separatistas vascos y catalanes. Tanto el PNV como ERC, ésta con especial virulencia, son enemigos declarados de la Monarquía, pieza clave de la unidad de España. No es extraño que la Seguridad del Estado y los llamados «poderes fácticos» estén preocupados con lo que viene.
Así está el tablero. Pedro Sánchez busca apoyos para su investidura a calzón quitado en los aledaños republicanos. Actúa sin contar con el Rey, que aún no le ha hecho el encargo de formar Gobierno. Como si, en este momento de gran inquietud y turbación nacional, el ambicioso dirigente socialista quisiera reducir el papel constitucional del Jefe del Estado, árbitro y moderador de las instituciones, a un mero trámite, casi prescindible.
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