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Opinión

¿Es feliz Greta?

Ahora que está toda España iluminada por Navidad ya la tenemos aquí, amigos, para que su presencia se celebre, como mínimo, entre fuegos artificiales. La incansable Greta llega a la Casa Encendida y, con su simple presencia, aviva más, si cabe, la cruzada global contra el cambio climático que representa la cumbre madrileña del IFEMA. Greta cruzó el bravo, peligroso y enigmático océano Atlántico en catamarán, 21 días, hasta Lisboa (perdón, me cuesta asimilar semejante travesía, qué pena que nos nos hayan narrado la aventura vía streaming). El caso es que la heroína sueca tocó tierra en Portugal y hoy, desde esta misma mañana, se pasea por nuestra capital junto a una comitiva de guardaespaldas y acompañantes varios, asesores y oficina de prensa, cual estrella del rock. Me produce sentimientos encontrados esta adolescente, Asperger, criada por un matrimonio de artistas con ansias evidentes de prolongarse en sus vástagos. A Greta la vemos viajando, ensalzada; a su hermana, cantando en concursos varios, postulándose para otro tipo de estrellato. Francamente, no puedo evitar sentir ganas de abrazarlas a ambas, me sale con ellas la vena maternal protectora. Quién sabe si les robaron la infancia, si ambas andan faltas de cariño. Miro a los ojos enfadados de Greta y, discúlpame, pero me generan compasión: qué ganas de sacarla inmediatamente del circo mediático, de arrancarla con urgencia de esta vida icónica que otros le han fabricado y que ella se ha creído a pies juntillas.
Su discurso dramático ante los líderes mundiales la puso definitivamente en el mapa y hoy todos reconocen que Greta es, quizá, la persona que más ha visibilizado la emergencia climática, ese mérito no se lo quita nadie. Nuestra iluminadora de la Cumbre del Clima habla hoy junto a otros cuatro activistas de Fridays For Future (FFF), el movimiento juvenil que originó su propia protesta. Después, la veremos manifestarse desde la estación de Atocha hasta Nuevos Ministerios, de modo que la expectación y las multitudes están aseguradas.
A todo esto, ¿tú crees que Greta es feliz? Sus padres deberían hacerse cuanto antes la pregunta. La felicidad debe de aproximarse al sentir de Audrey, la paciente cuyo corazón se paró durante seis horas y que, gracias a un puñado de excelentes profesionales, ha revivido. Eso es felicidad y lo demás, tonterías.

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