
Santoral
¿Qué santo se celebra hoy, domingo 14 de septiembre? Todo lo que debes saber del santoral hoy
Hoy se conmemora la figura de San Cipriano de Cartago, obispo y mártir del siglo III

El santoral, también conocido como calendario litúrgico, es un libro religioso que contiene la lista de los santos reconocidos por la Iglesia Católica y que se celebra cada día del año. Más allá de una simple lista de nombres, el santoral representa un viaje fascinante a través de la fe, la historia y la cultura cristiana.
¿Qué santos se celebran hoy, domingo 13 de julio?
- San Cipriano de Cartago: obispo y mártir del siglo III. Fue un gran pastor y escritor cristiano en el norte de África. Defendió la unidad de la Iglesia frente a las herejías y cuidó mucho de los fieles perseguidos.
- San Alberto de Castro: fue un monje cisterciense italiano del siglo XII, conocido por su vida austera y de oración. Se dedicó a la meditación y a la vida retirada en la abadía de Chiaravalle. Destacó por su humildad, sencillez y espíritu contemplativo.
- San Gabriel Taurino: fue un obispo francés de las Misiones Extranjeras de París. Se dedicó a la evangelización en China, especialmente en la región de Sichuán, en tiempos de fuerte persecución contra los cristianos. A pesar de las dificultades y el riesgo constante, siguió predicando y organizando comunidades.
San Cipriano de Cartago: vida y pontificado
San Cipriano de Cartago es una de las figuras más notables y luminosas de la Iglesia antigua, tanto por la riqueza de su pensamiento como por la fortaleza de su testimonio en tiempos de crisis. Nacido en Cartago, en el norte de África, en el seno de una familia pagana acomodada, recibió una esmerada educación en retórica, derecho y filosofía, lo que le permitió destacar como orador y profesor en su ciudad.
Sin embargo, en plena madurez experimentó una profunda conversión al cristianismo hacia el año 245, atraído por la vida comunitaria, la fuerza espiritual y la caridad que observaba entre los fieles. Desde entonces, renunció a buena parte de sus bienes para socorrer a los pobres y se dedicó al estudio de la Escritura y a la vida de oración, avanzando con rapidez en la vida eclesial.
Poco después de su bautismo, fue ordenado sacerdote y, en el año 249, elegido obispo de Cartago, una de las sedes más influyentes de África. Su pontificado coincidió con un periodo convulso para la Iglesia: las persecuciones imperiales de Decio y Valeriano, las divisiones internas sobre cómo tratar a los cristianos que habían renegado de la fe bajo la presión y los debates doctrinales acerca de la validez de los sacramentos administrados por herejes. En medio de esas pruebas, Cipriano se reveló como un pastor enérgico, prudente y profundamente comprometido con la unidad eclesial.
Durante la persecución de Decio, aunque tuvo que retirarse para no poner en peligro inmediato a su comunidad, nunca abandonó su papel de guía, y siguió orientando a su grey a través de cartas y mensajes. Más tarde, al regresar, promovió un camino de penitencia y reconciliación para los lapsi, equilibrando la misericordia con la disciplina. Su insistencia en que la Iglesia debía permanecer unida bajo la autoridad de los obispos y en comunión con Roma le ganó gran respeto, aunque también sostuvo tensas discusiones, especialmente con el papa Esteban, acerca del rebautismo de herejes.
Finalmente, en el 258, bajo el gobierno de Valeriano, fue arrestado y condenado a muerte. Aceptó su martirio con serenidad, dando testimonio de fidelidad a Cristo y dejando a sus fieles un ejemplo de valentía y esperanza. Su muerte, lejos de debilitar a la comunidad cristiana, fortaleció su espíritu y consolidó su memoria como pastor y mártir.
Canonización y legado
San Cipriano de Cartago fue venerado como mártir desde el mismo momento de su muerte en el año 258, lo que le otorgó espontáneamente un lugar de honor en la memoria litúrgica de la Iglesia. En los primeros siglos, la canonización no era un proceso formal como el que conocemos hoy, sino que la aclamación popular, unida al reconocimiento de la comunidad cristiana y al testimonio de su martirio, bastaban para inscribir a un fiel entre los santos.
Así ocurrió con Cipriano, cuya figura fue venerada inmediatamente en Cartago y luego en toda la cristiandad, al punto de que su nombre se incorporó al Canon Romano de la Misa, junto al de otros mártires y Padres de la Iglesia.
Su legado es vasto y se manifiesta en tres dimensiones principales. En primer lugar, como mártir, ofreció un ejemplo de fidelidad inquebrantable a Cristo, afrontando con serenidad la persecución y la muerte, lo que inspiró a generaciones de cristianos perseguidos. En segundo lugar, como obispo y pastor, mostró un equilibrio admirable entre la firmeza doctrinal y la misericordia pastoral, contribuyendo a la disciplina penitencial de la Iglesia. En tercer lugar, como escritor y teólogo, dejó un conjunto de cartas y tratados que son fuente de primer orden para conocer la vida eclesial del siglo III.
Exilio y muerte
El final de la vida de San Cipriano de Cartago estuvo marcado por la prueba del exilio y el testimonio supremo del martirio, que sellaron para siempre su figura como uno de los grandes pastores y santos de la Iglesia antigua.
Durante las persecuciones del emperador Valeriano, a mediados del siglo III, Cipriano fue arrestado en Cartago por negarse a sacrificar a los dioses del Imperio y por reafirmar públicamente su fe en Cristo. El procónsul de África, buscando debilitar la influencia del obispo sobre su comunidad, decretó su destierro en una villa cercana a Cartago, donde permaneció bajo estrecha vigilancia. Este exilio, lejos de silenciarlo, se convirtió en un tiempo de oración, enseñanza y fortaleza para los fieles, ya que siguió escribiendo cartas y orientando a su Iglesia.
En el año 258, cuando Valeriano intensificó la persecución contra el clero, Cipriano fue llamado de nuevo ante el tribunal. El procónsul le exigió que ofreciera sacrificios a los dioses romanos, pero él respondió con serenidad y firmeza que no podía apartarse de la fe cristiana. Condenado a muerte, fue llevado al lugar de su ejecución en Cartago. Allí, ante una multitud de fieles que lo acompañaban, se despojó de sus vestiduras, se arrodilló en oración y ofreció su vida a Dios. Fue decapitado en el año 258, dando ejemplo de valentía y confianza en la promesa de Cristo.
¿Dónde se celebra?
Este santo se celebra en los siguientes lugares:
- Cartago (Túnez): lugar de su obispado y martirio, donde su memoria tiene un valor especial como patrono local y testigo de la fe de la Iglesia africana primitiva.
- Roma: fue muy pronto venerado en la capital del cristianismo. Su nombre se incluyó en el Canon Romano (Plegaria Eucarística I), prueba de su importancia universal.
- España: hay varias localidades que lo tienen por patrono y celebran fiestas populares en su honor como Asturias o Zamora.
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