Opinión

Cayetana

Hay una mujer en el Congreso de los Diputados que destaca sobre el resto. Seguramente por eso es objeto preferente de críticas e improperios. En España, donde la envidia es el vicio nacional, cuesta admitir la excelencia de los otros. Se llama Cayetana Álvarez de Toledo, marquesa de Casa Fuerte, 45 años, doctora por Oxford bajo la supervisión de John Elliott. Tiene triple nacionalidad: española, argentina y francesa, y una fuerte personalidad, una personalidad indomable, que le da un aire ligeramente áspero y prepotente. Nunca he tomado café con ella, ni siquiera he tenido ocasión de saludarla. La he seguido a distancia, sobre todo desde que es portavoz del Partido Popular en el Congreso. Hasta ahora no me ha defraudado. Me parece que el puesto le va como anillo al dedo. Es un látigo. Una mujer con ideas propias, que dice lo que piensa, pensando siempre en el interés general, y lo dice bien. Por eso la critican, de entrada, los acomodados inseguros de su propio partido. No digamos los adversarios. Sus palabras, como zurriagazos cargados de razón o como ráfagas luminosas contrastan con la vulgaridad grisácea, las componendas y el ambiente borreguil en que se mueve hoy la política española en manos de «lastras» y «rufianes».

Cayetana Álvarez de Toledo es una intelectual con un desarrollado sentido crítico, una mujer con coraje, capaz de enfrentarse a los enemigos de España y de los valores democráticos en su terreno, una cosmopolita enemiga de los nacionalismos de campanario, una liberal convencida, lo más parecido a una centrista químicamente pura. Una rara avis. Después de seguir de cerca la política en los últimos cuarenta años, uno encuentra en la lista pocos ejemplares parecidos. Su estilo y su pensamiento concuerdan con el grupo de intelectuales más lúcidos del momento y que más contribuyen hoy a iluminar la realidad: Vargas Llosa, Boadella, Savater, Arcadi Espada, Francecs de Carreras, etcétera. Entre ellos se encuentra cómoda, y ellos con ella, me parece. Llama la atención que los críticos, en la prensa variopinta y en las redes sociales –hasta ahí llega la inquina hacia Cayetana, instigada por el «sanchismo» y el nacionalismo catalán y vasco–, la acusen de inmoderada en contraste con la estratégica línea de moderación de Pablo Casado. Un ridículo invento de los que expiden al dictado certificados de moderación y de buena conducta. Desde que asomó su melena rubia y su cara afilada por los pasillos de la política, la descalifican, diga lo que diga, como si fuera un verso suelto malsonante. ¡Qué entenderán algunos por moderación y qué sabrán de poesía!