Opinión

Cuestión de lealtad

En política, las parejas de hecho suelen acabar mal. Más pronto o más tarde entre el presidente y el vicepresidente se quiebra la confianza mutua. Ocurre en los casos en los que esa confianza parecía más afectuosa y consolidada. El ejercicio del poder, con su erótica y sus recelos, impide fiarse de nadie, y menos del número dos. Llega un momento en que la lealtad, que es el camino más corto entre dos corazones, como decía Ortega, se difumina, se resquebraja o desaparece. Ocurre cuando se sospecha que el número dos actúa por su cuenta, a escondidas, sin dar cuenta de sus actos –encuentros, conversaciones, gestiones…– al número uno. Alguien se lo cuenta a éste. Y las sospechas de deslealtad conducen a la crisis y al cese. Es lo que pasó con las dos parejas políticas de hecho más consolidadas de la política española: Adolfo Suárez y su amigo Fernando Abril Martorell por un lado, y Felipe González y Alfonso Guerra por otro. Las dos se rompieron de mala manera. Un día el presidente Suárez se enteró de que su vicepresidente actuaba por su cuenta, de que le ocultaba cosas y de que incluso estaba maniobrando para ocupar su puesto, y las dos familias dejaron de veranear juntas tras el fulminante cese y la dolorosa crisis de gobierno. En el otro caso, más llamativo aún, parecía imposible que se rompiera de pronto, dejando detrás una estela de rencor, el tándem Felipe-Guerra, que habían llegado uncidos al poder con el resonante triunfo de octubre del 82.

Con estos antecedentes no es extraño que Pedro Sánchez se esfuerce al máximo, a la hora de formar gobierno –un problemático gobierno de coalición entre gente distinta y distante– en asegurar la lealtad del vicepresidente Iglesias. Se trata de dejar todo atado para que no haya dos gobiernos en uno. El hecho de que se monte una comisión mixta del PSOE y de Podemos para que controle y dirija la coalición de forma paralela demuestra que no se fían los unos de los otros. La idea de cuatro Vicepresidencias pretende rebajar la influencia del podemita y pone de relieve la preocupación de Sánchez por este cuerpo extraño en el Consejo de Ministros. Por estas razones, en Moncloa ha sentado como una pedrada que Podemos anunciara sus nombres y puestos para el próximo gabinete antes de que tomara posesión el presidente. ¿Qué papel le dejan a éste? ¿Qué entienden por gobierno de coalición? La lealtad es la prueba de fuego del próximo gobierno. Seguramente no durará mucho, ni la lealtad ni el gobierno.