Opinión

El silencio de la Iglesia

Llama la atención el silencio de la Conferencia Episcopal Española ante lo que está sucediendo. Muchos católicos echan en falta la iluminación de la jerarquía ante la nueva situación política que amenaza posiciones morales mantenidas hasta ahora sin titubeos por la Iglesia. El cambio histórico que supone el gobierno de coalición de izquierdas no parece el más propicio a la proyección social de las creencias católicas. Aun descartando de entrada la opinión radical de los que creen que esta conjunción de socialistas y comunistas pretende descristianizar España, existen demasiados motivos de preocupación como para guardar silencio. Callar ahora, en estas circunstancias, es para unos un deber de prudencia, pero para otros, un acto de cobardía moral y una demostración de falta de pulso y coraje de la Iglesia española. Ésta anda en transición, con la renovación de sus dirigentes en la próxima asamblea de marzo, en la que se estrenará el nuevo nuncio del Papa, el filipino Auza, y con una docena de obispos en edad de jubilación.

Las especiales circunstancias por las que atraviesa España y que afectan de lleno a la suerte del catolicismo y de la propia nación parece que obligarían a una solemne carta colectiva del Episcopado que orientara a los católicos e hiciera reflexionar a los poderes públicos. Es posible que el silencio se deba, en gran parte, a diferencias internas, que impiden la debida colegialidad conciliar. El ejemplo más claro es el gravísimo caso de Cataluña, donde el clero ejerce de protagonista de la división y, aunque algo aminorado, el caso vasco, donde ha ocurrido y ocurre lo mismo. Es difícil que en esto los obispos se pongan de acuerdo, cuando ni siquiera se sabe a ciencia cierta qué piensa Roma. Sólo sabemos, porque lo conocemos de su propia boca, que el papa Francisco no vendrá a España «hasta que haya paz».

Hay, sin embargo, asuntos importantes de naturaleza moral que están en el candelero y en los que se supone que no hay discrepancias serias dentro de la Conferencia Episcopal ni con la Santa Sede. Muchos católicos agradecerían hoy una palabra clara, iluminadora, de la jerarquía eclesiástica sobre, por ejemplo, el papel de los padres y del Estado en la educación de los niños, sobre la enseñanza religiosa en las escuelas, la libertad religiosa, el laicismo rampante, la ideología de género o sobre la eutanasia que viene. Evitar el enfrentamiento con el actual gobierno de izquierdas no puede conducir a la conclusión de que el que calla otorga.