Opinión

El control de la Justicia

Asistimos a una lucha abierta, nada soterrada, por el control político de la Justicia. Como dice Platón en «La República», no se trata de un asunto cualquiera, sino sobre el modo como se debe vivir. El poder judicial se ha convertido hoy en España en la última barrera para contener los posibles desmanes del nuevo poder político contra el ordenamiento constitucional y la legalidad vigente. Lo que está pasando da la razón al gran filósofo griego, que se muestra convencido de que «la Justicia no es sino lo que interesa al más poderoso». En este caso, al Gobierno de izquierdas encabezado por Pedro Sánchez y completado con las huestes de Podemos. Los primeros ataques contra la Justicia y contra la Fiscalía han procedido, nada más tomar posesión, de Pablo Iglesias y del comunista ministro de Consumo, y han contado con el respaldo expreso de los gobernantes socialistas. Lo que pretende abiertamente este Gobierno es eliminar el principal obstáculo que le impide establecer pactos con los separatistas catalanes y los nacionalistas vascos que amenazan con socavar el «régimen del 78». Quieren manos libres para hacer y deshacer, y así afianzarse en el poder.

Esta es la interpretación lógica de lo que está pasando. Los episodios se suceden: Se nombra con descaro Fiscal General del Estado a la controvertida ministra de Justicia, una activista repudiada repetidamente en el Parlamento. Se pretende, también con descaro, enmendar ahora el Código Penal para rebajar las penas por sedición con la turbia intención de poner rápidamente en la calle, plenamente rehabilitados, a los políticos sediciosos catalanes con el cabecilla Junqueras a la cabeza. No importa que este delincuente, condenado por el Tribunal Supremo, confiese abiertamente que lo volverá a hacer. Y, en fin, desde La Moncloa y sus terminales mediáticas se presiona al Partido Popular para que facilite ya, sin condiciones, el asalto de la izquierda al Poder Judicial. Las izquierdas coaligadas ocuparán los altos tribunales, como han ocupado la Mesa del Congreso de los Diputados, con grosera voracidad. Pretenden controlar todos los poderes del Estado. Cualquier resistencia de la derecha se atribuye a la nefasta influencia de la extrema derecha en Pablo Casado. El espantajo de la ultraderecha, a la que hay que frenar, mientras se le da aire, se exhibe hasta en Davos y se presenta como justificación de la entrada en el Gobierno de la extrema izquierda populista. Se atribuye al socialdemócrata Willy Brandt, canciller alemán, la siguiente frase: «Permitir una injusticia abre el camino a todas las demás, que le siguen». Lleva razón.