Opinión

¿Adónde vas, Pedro Sánchez?

No sólo en las filas de la oposición sino, sobre todo, en las del PSOE los bandazos de Pedro Sánchez desde que preside el Gobierno de coalición con Podemos producen desconcierto y preocupación. Los viejos socialistas se echan las manos a la cabeza. Pero ¿adónde va Pedro Sánchez?, «Quo vadis?», se preguntan unos y otros. El intento de arrancar la legislatura «vendiendo» una serie de medidas de gran calado social –subida de las pensiones, del sueldo de los funcionarios y del salario mínimo– se ha visto cortocircuitado por una serie de propuestas y comportamientos chocantes: polémico nombramiento de Dolores Delgado como fiscal general, enfrentamientos abiertos con el Poder Judicial, anuncio de reforma del Código Penal para favorecer a los políticos catalanes condenados, empeño del presidente en verse con Torra a pesar de estar desahuciado, los abrazos al independentismo catalán, los acuerdos con Bildu y, por si fuera poco, el «giro podemita» en la política exterior, de momento con Bolivia y Venezuela. El penoso recibimiento a Guaidó, que ha hecho saltar a Felipe González, y la sorprendente visita nocturna de Ábalos a la proscrita Delcy Rodríguez son una muestra patente de tal desvarío.
El hecho de que Sánchez haya encumbrado a su asesor electoral Iván Redondo a un puesto clave en La Moncloa, hasta darle el control de la Seguridad Nacional, por encima incluso, según dicen, de los vicepresidentes del Gobierno, hace que en los ambientes del partido empiecen a cargar sobre las espaldas del poderoso asesor independiente la responsabilidad del desbarajuste. Para muchos, es el culpable principal de la repetición de las elecciones. Fallaron sus optimistas previsiones y la pírrica victoria obligó a cambiar el rumbo político para sobrevivir. Pero es el exceso de poder del advenedizo lo que solivianta a los socialistas de toda la vida. Algunos propalan que si Redondo fuera un infiltrado de la derecha, con la que ha trabajado hasta ahora, para acabar con lo que queda del PSOE, no lo haría mejor. Parece claro que trabaja a corto plazo, sobre la marcha. Lo suyo consiste en lograr el poder y mantenerlo como sea. Los principios sobran. Los compromisos son para dejar de cumplirlos cuando convenga. Por eso se entiende tan bien con el presidente. Los más comprensivos en el partido sospechan que todo cambiará cuando Sánchez consiga aprobar los presupuestos. Entonces, una vez afianzado, recuperará el estado original y romperá amarras con los actuales socios. Vaya usted a saber. Más bien parece que se están dando palos de ciego y que no hay un proyecto nacional a largo plazo.