Opinión
El crédito del presidente
La primera virtud de un político es ser fiable. Para eso es imprescindible no mentir ni entrar en contradicción entre lo que dice y lo que hace. Es, me parece, el punto más débil del actual presidente del Gobierno. Circula por la red un vídeo demoledor, que recoge las reiteradas y razonadas declaraciones del candidato Sánchez, en las que jura y perjura que en ningún caso pactará con los separatistas catalanes ni dependerá de ellos para gobernar y que sería un disparate meter a Pablo Iglesias y a Podemos en su Gobierno. Lo explica con razones de peso. No es algo improvisado. Su contundencia y reiteración, dando a entender que en ello, además de su descanso nocturno, está en juego no sólo el porvenir del PSOE, sino nada menos que la seguridad y el futuro de España, explica la gravedad y firmeza de la decisión. Sus buenos propósitos quebraron, como se sabe, la misma noche electoral. Lo más chocante de todo es que quiso justificar su radical cambio de opinión culpando de ello a los españoles, que, según él, habían decidido con sus votos la formación de un Gobierno «progresista»; es decir, acusa a los ciudadanos de haber conducido a España al precipicio que él quería evitar a todo trance.
No es fácil tragarse semejante patraña. En general se cree que el candidato dijo una cosa para conseguir votos e hizo la contraria para alcanzar el poder. Esto hace que el crédito de los actuales gobernantes, con el presidente a la cabeza, y de los políticos en general, esté por los suelos. No me resisto a recrear aquí una historieta con chispa publicada en «Periodista Digital». Sucede durante la pasada campaña electoral. Aconsejado por su «gurú» Iván Redondo, Pedro Sánchez se para en una aldea para hacerse la foto en la España vaciada. Se apea del coche y pregunta a los vecinos, casi todos ancianos, cuáles son las necesidades del pueblo. Uno de ellos, con voz entrecortada, le responde: «Tenemos dos problemas principales, señor presidente». «¿Cuáles son?», pregunta él. «Pues mire usted –le explica el vecino– , el primero es que hay un centro de salud, pero no tenemos médico». Sánchez le pide el móvil a Redondo, se aparta unos pasos de la gente y habla por teléfono unos diez minutos con gran gesticulación. Después se vuelve donde el grupo y les dice: «Asunto resuelto; mañana mismo vendrá el médico. ¿Cuál es el segundo problema?». Le responde el mismo vecino: «Que estamos incomunicados, señor presidente; no tenemos cobertura telefónica en ningún punto del pueblo».
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