Opinión
Hermana, aprende a escribir
La ley de libertades sexuales es una aberración que solo podría parir la caverna de Podemos, sin placenta, a lo bruto, y, sobre todo, solas y borrachas, como reza el lema, que no quiero utilizar como argumento las cogorzas que cada cuerpo admite. Contraviene en muchos puntos el sentido común, pisa los callos de otras leyes y mete al Estado en camas ajenas. Me pregunto qué diría su progenitora si tuviese una cámara enfocándola, como en aquella escena descojonante y hoy políticamente incorrecta de «American Pie». El vicepresidente, marido de la autora, dice que detrás de los oponentes a esta norma, por llamarla de algún modo, se esconde un machista frustrado. Que nos investigue el CNI para conocer el grado de machirulismo que desprenden nuestros cerebros, no digamos ya la entrepierna. Se quedaría asombrado de los que aparecerían en la lista negra.
La ley es un disparate. Primero por la doctrina que la hará famosa, el «solo sí es sí», como si no existieran matices, cariño, qué manera más burda de proteger a las mujeres, que a veces piensas una cosa cuando montas en el ascensor y otra muy distinta cuando acaba el trayecto. ¿Quién prueba y de qué manera el consentimiento? El problema es grande y ancho pero la doctrina Irene es corta y estrecha. Además, según los técnicos que presentaron las alegaciones, está mal escrita. Mayúsculas donde deben lucir minúsculas, palabras inventadas de esas que salen de los manuales del fascismo feminista pero que no están admitidas por ningún diccionario, no digamos el de la RAE que es machista total y debería estar encarcelado, o exhumado como Franco. Señoras, encima, no acosen a la lengua. No dupliquen ni se salten leyes ya vigentes, como les advierte el departamento de Justicia de su propio gobierno, todo para hacerse una foto el 8 de marzo con el deber cumplido del «solo sí es sí», que es lo que va a acabar con el acoso, la agresión, la violación, y todas las barbaridades que solo quieren evitar las podemitas, que el resto de la población está muy a favor, no te fastidia. Si la ministra de Igualdad se lo cree, es de una ingenuidad que no la hace merecedora de un asiento en el Consejo de Ministros, y si lo airea por ver cómo vuela el pelo ante el ventilador de la propaganda, menos aún. La vicepresidenta os lo ha dicho, habéis sido chicas malas y merecéis repetir cien veces «No redactaré una ley si no tengo puñetera idea de cómo se hace». Sobre el machismo frustrado hablamos otro día.
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