Coronavirus

De provincias

Teniendo en cuenta el sinnúmero de informaciones nuevas e importantes que tenemos que computar cada día durante esta pandemia, resulta desconcertante el empeño de todo el mundo por perder tiempo y energía enzarzándose esta semana en una falsa polémica por el uso del término «provincias» en el anuncio de cómo el Gobierno iba a intentar organizar el desconfinamiento. Las palabras textuales del Gobierno eran lo bastante amplias, difuminadas y abiertas a todo tipo de excepciones, como para dar perfectamente igual que se hubiera usado «provincia», «autonomía», «región», «comarca», «veguería», «área sanitaria» o «parada de taxis».

Sin embargo, salieron todos los gestores autonómicos en tromba (la mayoría de los cuales habían estado escondidos todas estas semanas debajo de las piedras) para rasgarse las vestiduras ante la presencia de esa palabra en concreto. Por lo que oí, se intentaba dar a entender que ese era un término antañón y obsoleto en diversos sentidos. No digo que no, pero cabría señalar que no lo son menos los de comarca o veguería. De hecho, yo vivo en una comarca pequeña (el Garraf) y, en mi vida cotidiana, reparto mi área de influencia y movimiento entre el Garraf, el bajo Penedés (comarca vinícola contigua) y el Barcelonés que, debido a su potencia económica, hace bascular todo a su alrededor en más de cincuenta quilómetros a la redonda. O sea, que mi vida doméstica abarca tres comarcas.

Una única unidad administrativa de ese tipo se me quedaría pequeña. Puestos a probar, podríamos usar «comunidades autónomas» ya que ostentan el poder sanitario, pero eso cae en el otro extremo por demasiado grande y difícilmente tiene los mismos usos cotidianos un habitante de Almería que uno de Sevilla. Es evidente que se necesitan unidades más pequeñas sin llegar al simple nivel de municipios. Las veguerías, que en Cataluña son una especie de supracomarcas más grandes basadas en los antiguos condados, quedan descartadas; porque no solo son más rancias aún que las provincias (datan del siglo XII) sino que además eran muy vulnerables, al igual que los municipios, al capricho de los caciques particulares.

Un ejemplo que tuvimos aquí mismo en 1300 fue cuando el Veguer de Vilafranca del Penedés se enfadó con la comunidad judía porque le discutían la carestía de sus impuestos y promovió el saqueo y violación del ghetto judío hasta que tuvo que intervenir el poder real para que cesaran los asesinatos. El hecho está documentado en el Archivo de la Corona de Aragón. Busquemos mejor algo que nos traiga recuerdos más felices. Quizá necesitaríamos para este caso una herramienta administrativa más técnica y moderna, ceñida a la realidad y a los usos actuales de los españoles. Y ahí entonces aparecen las palabras mágicas: el área sanitaria. Suena bien. Solo le veo un defecto: que la gente no ha oído hablar de eso en su vida.

Usted que lee esto: defíname área sanitaria. Dudo mucho que, a no ser que sea un especialista administrativo en el tema, pueda hacerme una descripción cabal y coherente de lo que es tal cosa. Sea honrado con usted mismo: no vale tirarse de cabeza a google para intentar componer un criterio deprisa y corriendo con cuatro datos pescados aquí y allá. Más o menos, todos suponemos por aproximación lo que debe significar, pero no tenemos una idea clara, ni de donde empieza, ni de donde acaba. Por el contrario, la idea de provincia es una realidad clara y concreta en la mente de la mayoría de españoles: algo más pequeño que la región autonómica y más grande que un municipio. Todo esto nos habla del desconocimiento que tenemos la población de la organización territorial de nuestro país.

Como no, si con las áreas sanitarias ni siquiera se ponen de acuerdo los especialistas; unos les llaman áreas sanitarias, otros las llaman áreas básicas de salud y los de más allá, regiones sanitarias. Si todavía no hay un nombre concreto ¿cómo explicarles entonces lo que son a la gente? Encima, he preguntado a los entendidos y me han comentado que, efectivamente, es un término más específicamente sanitario, pero que también tiene sus objeciones y no es en absoluto ninguna panacea. Sospecho que lo que se buscaba al recurrir al término de provincias era transmitir que nos vamos a enfrentar a miles de diversas micorrealidades según zonas y que hay que partir desde una base común, pero con un concepto muy flexible y amplio. Creo que en eso podemos estar de acuerdo todos.

De ser así, habría que aceptar que «provincia» seguro no es la palabra exacta, pero no me parece que sea necesariamente la peor. Una reacción tan conflictiva suena más a una voluntad del poder descentralizado para marcar el territorio, y nunca mejor dicho. Es chocante pero, para una vez que tenía la oportunidad de decir que algo hecho por el Gobierno no era malo del todo, salen todos a quejarse en masa por un quítame allá ese sustantivo. Así no hay manera.