Política

“La alternativa al Estado de Alarma”

Había que anular a las comunidades y someterlas a un mando único a lo que se unía la convicción de que los españoles somos incapaces de mantener las distancias, lavarse las manos y llevar mascarillas

Esta crisis sanitaria ha puesto de manifiesto el alma profundamente centralista del PSOE. Es algo sobre lo que nunca he tenido ninguna duda. Las autonomías han sido un magnifico instrumento para que los políticos tuvieran más sitios donde colocarse y el PSOE ha sido un fervoroso adalid de esta política, pero al igual que el resto de partidos. El clientelismo es algo muy antiguo que encontramos en pueblos prerromanos y que está muy estudiado en la Hispania Roma.

Desde entonces hasta nuestros días es algo característico de la política española. En cambio, siempre he tenido muy claro que el Estado de las Autonomías era el modelo de organización que podía ser más útil y eficaz. La Historia de España nos muestra que somos una gran nación, pero a la vez territorialmente muy complicada. No era necesario acudir a la excepcionalidad de la previsión constitucional del Estado de Alarma y desde luego dedicarse a gobernar a golpe de reales decretos y órdenes ministeriales con un desorden que no tiene parangón en nuestra historia reciente. La técnica jurídica de este gobierno es de aurora boreal.

Pedro Sánchez hubiera podido utilizar las siguientes normas para hacer frente a la crisis sin necesidad de la excepcionalidad: Ley Orgánica 3/1986, de 14 de abril, de Medidas Especiales en Materia de Salud Pública; Ley 14/1986, de 25 de abril, General de Sanidad y Ley 33/2011, de 4 de octubre, General de Salud Pública. ¿Por qué no lo ha hecho? La razón es obvia y es por la comodidad que otorga la excepcionalidad a la hora de gobernar.

Es, simplemente, una perversión del modelo constitucional al servicio del poder y, siento decirlo, los intereses partidistas aunque les haya salido mal. El alma centralista del PSOE y de Unidas Podemos emergió en esta crisis con fuerza inusitada. Había que anular a las comunidades y someterlas a un mando único a lo que se unía la convicción de que los españoles somos incapaces de mantener las distancias, lavarse las manos y llevar mascarillas.

Lástima que no había mascarillas, guantes y gel. ¿Hay que preguntarse por qué se ha tardado tanto en normalizar el suministro? A lo que se une el escándalo de las empresas suministradoras contratadas por el Gobierno. Todo con un mando único con un Ministerio jibarizado, ya que las comunidades son las que tienen las competencias, el personal y las instalaciones. No puede ser todo más absurdo.