Coronavirus

Unos grados menos de arrogancia

En la crisis del coronavirus, a partir de ahora nos enfrentamos a una etapa si cabe más compleja y arriesgada donde el gobierno debería trabajar la modestia más que nunca

Lamentablemente existen una serie de verdades sobre la gestión de la crisis del coronavirus fuera de la manipulación y de toda controversia: que España es el país con más contagiados del mundo (pese al aniquilamiento de nuestra economía); que España es el segundo país con más fallecidos por millón de habitante después de Bélgica; que España es el país con más sanitarios contagiados; que hemos presentado en la Unión Europea el plan con mayor déficit de los 20 países que lo han hecho; y que nuestro gobierno cuenta con el mayor número ministerios, expertos y asesores que se ha visto en gobierno alguno europeo.

¿No les intranquilizan? Son datos perturbadores... pero ellos solo se alarman cuando no decimos "monomarental" o "portavoza".

Los hechos hablan por sí mismos, la mala gestión o la incapacidad de realizar una gestión mejor que la presente ha quedado demostrada. ¿Qué más necesitan para cambiar o apartarse?

Al parecer solo uno de cada cuatro ciudadanos aprueba la gestión de Sánchez en contraste con todos sus homólogos europeos: el 63% de los alemanes está satisfecho o muy satisfecho con Angela Merkel; la popularidad de Boris Johnson ha pasado del 33% al 55%; el primer ministro portugués Antonio Costa, cuenta con un 75% de aprobación; Giuseppe Conte, el 71%; Emmanuel Macron ha subido 13 puntos.

Incluso Boris Johnson, que retrasó la implementación de las medidas para frenar el virus ha vivido un repunte de su notoriedad. En Washington, algo similar. Después de asegurar que era una "simple gripe", Donald Trump ha tenido que retroceder y aplicar las mismas medidas que tantos otros países, sin embargo, un 53% de los estadounidenses valora su gestión.

La situación no es exclusiva de Europa. En Perú, el presidente Martín Vizcarra, ha aumentado su popularidad hasta el 87%. Incluso en Chile, donde Piñeira solo tenía un 9% de apoyo, ha conseguido un breve repunte hasta el 18% por la pandemia. ¿Y si fuera hora de rendirse? Me refiero a dejar la soberbia y aceptar que un individuo o un determinado grupo no son válidos ni suficientes (independientemente de lo numerosos que sean).

¡Qué distinto sería el mundo si se practicara más la modestia! Si tuviéramos unos grados menos de arrogancia.

Recuerdo que en un examen de derecho en el que no tenía ni pajolera idea, me empeñé en redactar y redactar de la manera más abstrusa y pedante para vencer a mi profesor, si no por mis conocimientos jurídicos, por cansancio. Sin embargo, la que se cansó fui yo, de producir memeces con semejante cinismo y después de una hora escribiendo comencé tras un punto y aparte: “Apreciado profesor, a estas alturas se habrá dado cuenta de que no tengo ni idea de la materia en cuestión; yo al menos ya me he percatado de que no voy a llegar al cinco por mucho que me afane, y aunque le entretenga a usted mi narración e incluso le divierta. Muchas gracias por su valioso tiempo. Estudiaré más. Disculpe. Me daba vergüenza salir en dos minutos”

A partir de ahora, nos enfrentamos a una etapa si cabe más compleja y arriesgada donde el gobierno debería trabajar la modestia más que nunca. Es hora de prevenir, de hacer test masivos y confinar selectivamente informando con rigor, sin trapos calientes, a la población, sin infantilizarla, ni anularla para que sepa de quién se tiene que alejar y cómo ha de prevenir. Como dice Joel Maceiras: “La humildad no consiste en rebajarse a uno mismo, sino en elevar a los demás” o al menos concederles estar al nivel.

¿Alguien entiende en qué se basa el errático plan de la desescalada?

¿De entre tantos ministerios y técnicos no podrán dar a luz un plan serio de desconfinamiento, con cifras y datos, lejos de la irreflexión, la impulsividad y la suerte?

Eso sí, sus seguidores defienden los múltiples experimentos fallidos de nuestros representantes y su constante improvisación y aun les eximen diciendo que (el perro les ha comido los deberes) cualquier gobierno posible de los que podría haber en España lo hubiera hecho igual de mal y secundariamente por la contaminación.

Con arreglo a estas ideas, debe existir una vulnerabilidad genética española para fracasar todo el rato, que no afecta a ninguna otra nación, porque es indiscutible: somos los peores de la clase.

También piden desde el discurso más (cínico) buenista que no se hable de los fallecidos, que está muy feo y que no se instrumentalice el dolor, que genera desunión.

Es llamativo lo negacionistas que pueden llegar a ser los que más tiraron despectivamente de esta palabreja. En cuanto a nuestro gobierno, no promoverá el duelo porque supondría reconocer la catástrofe.

Nunca será buena idea instrumentalizar el dolor, pero menos aun menospreciar la responsabilidad y el criterio de los ciudadanos adultos. (Por cierto, ¿no decía Pablo iglesias que hay que politizar el dolor?)

España tiene que ser reactivada pero no se han hecho test (lo único que garantiza un no rebrote) las mediciones chirrían, los datos de los muertos no encajan con los datos de las funerarias … ¿estamos preparados para lo que viene?