Opinión

“La Arcadia Feliz de Pedro Sánchez”

Esta felicidad se ve ensombrecida por la actitud del PP, que es un elemento molesto en el paisaje bucólico que ha diseñado La Moncloa

España podría ser una Arcadia Feliz gracias a la benevolencia y eficacia del Gobierno social-comunista, si no se viera corrompida por la presencia de una derecha que no asume su papel. Sánchez tiene dos argumentos fundamentales en su acción presidencial que son la culpabilidad del PP y el franquismo. Ahora hace días que no saca a pasear al franquismo, aunque la última operación no le salió muy bien a pesar del fervoroso apoyo de la sala tercera del Supremo. España está llena, desde la muerte de Franco, de heroicos antifranquistas, especialmente hijos y nietos de familias que se beneficiaron del régimen. Nunca he entendido cómo consiguió morir en la cama si tenía tantos españoles en contra. Es uno de esos curiosos misterios de nuestra historia. Desde que estalló la crisis del covid-19, la propaganda gubernamental, que es realmente tan poderosa como eficaz, se dedica al PP porque ya no se puede culpar a Franco. No importan el cúmulo de errores gubernamentales, el escándalo interminable en las compras de material sanitario, la aplicación expansiva del estado de alarma, la actitud arbitraria y oscurantista, porque es bueno y nos quiere. El problema es el PP, porque Casado ha renunciado a ser un partido de Estado.

Es lógico que los españoles estemos contentos en esta Arcadia Feliz llena de ciudadanos paseando, montados en bicicleta, haciendo deporte, cocinando o viendo la televisión. Nunca había visto tanta gente en la calle. Lo peligroso es ir en coche porque te puede embestir uno de estos atletas aficionados que van a la última como si fueran a las Olimpiadas. Me sorprende la cantidad de bicicletas. En ocasiones contemplo preocupado algunos orondos horteras enfundados en camisetas de colores chillones que parecen dispuestos a recuperar una juventud ya perdida. Mis conocimientos médicos son escasos y si les da algo no me veo capaz de ayudarles. No creo que el Covid-19 resista el repugnante sudor de estos adalides del deporte urbanita. Parece que vivamos unas vacaciones a costa del Estado y las empresas, porque nos han dicho, además, que cuando finalice este paréntesis y nos incorporemos a la Nueva Normalidad el teletrabajo será la gran panacea universal.

Esta felicidad se ve ensombrecida por la actitud del PP, que es un elemento molesto en el paisaje bucólico que ha diseñado La Moncloa convertida en el Nuevo Olimpo donde habita Júpiter Sánchez. La culpa del pacto con Bildu no es del PSOE y Unidas Podemos sino de Casado porque ha renunciado a ser, como sentenció la ministra de Hacienda, un partido de Estado. El comportamiento de Iglesias es ejemplar y se lleva fenomenal con Nadia Calviño y el resto de los ministros pijo-progres. Ahora son tan, pero que tan amigos, que Sánchez intenta comer todas las semanas con Iglesias. Por supuesto, ninguna crítica a ERC, que no votó a favor de la nueva prórroga, y los de Bildu son encantadores. A la que nos descuidemos tenemos a Otegi de vicepresidente octavo o noveno. Lo que convenga. Y si puede, expulsará al PNV del gobierno vasco como sucedió en su día. No hay que olvidar que es un partido pequeño burgués.

Este clima vacacional que se ha instalado en la sociedad, bombardeada de mensajes optimistas en la lucha contra la pandemia y aplausos a los héroes, aunque veremos qué sucede con sus sueldos cuando lleguen los recortes, es muy inquietante. Sánchez anunció ayer que regresa la Liga y que la próxima semana se aprobará la renta mínima, por lo que tendremos, por fin, el efecto placebo que tanto gusta a la izquierda política y mediática. En tiempos de fuerte gasto público y caída de los ingresos tributarios sólo cabe la pregunta de cómo se pagará. Hemos entrado en la perniciosa espiral de emitir deuda pública sin límite mientras las empresas y las familias también se endeudan. No basta con que el BCE controle la prima de riesgo, porque esta lluvia de millones se tendrá que pagar. No existe el gratis total. La anterior crisis representó unos cuatrocientos mil millones y todo parece indicar que ahora se puede superar la cifra. Espero equivocarme, pero podemos estar en el año 2025 con una deuda del 200 por ciento del PIB. El olimpo monclovita ya tiene preparado un argumentario de la culpabilidad que se centrará en la insolidaridad europea, porque algunos países no quieren mutualizar la deuda. Es decir, nuestros socios no entienden que tenemos el Gobierno más sensible socialmente de la historia y que tienen que pagar nuestra Arcadia Feliz. Mientras tanto, hay que seguir paseando, corriendo y pedaleando en las bicicletas. Por cierto, las clases medias ya se pueden preparar ante el palo impositivo que les va a caer. Los ricos también llorarán, pero lo notarán menos.

Francisco Marhuenda es catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE).