Opinión
La chapuza de Marlaska
Está feliz con ser ministro y no tiene ninguna intención de regresar a la Audiencia Nacional. Una puerta giratoria, por cierto, que es un auténtico disparate
Cuando era un joven estudiante, hace desgraciadamente demasiado tiempo, y tenía alguna duda sobre algún asunto o caso, un profesor me indicaba que las cosas muchas veces son lo que parecen. Es lo que sucede con el escándalo Marlaska. En estos momentos se ha enredado en una madeja de mentiras que en cualquier otro país de nuestro entorno sería imposible que no tuviera que dimitir. Karl-Theodor zu Guttenberg, ministro alemán de Defensa, tuvo que hacerlo porque copió, sin citar las fuentes, el 20 por ciento de las 475 páginas de su tesis. La exigencia ética a un político es enorme. En cambio, no pasaría nada si un político español copiara íntegramente las tesis de Le Corbusier, Ramón y Cajal o Milton Friedman. La capacidad propagandística de la izquierda es tan demoledora que si Marlaska estuviera con el PP sufriría la condena de la muerte civil. Las asociaciones controladas por socialistas o comunistas habrían llenado los juzgados de denuncias y el Congreso viviría un estruendo insoportable.
Hay siempre dos varas de medir. Una cuando afecta al centro derecha y otra cuando es al centro izquierda, que además tiene ahora la suerte de contar con Podemos en el Gobierno. Esto hace que Marlaska sea para ellos un paladín del progresismo, aunque hace cuatro días quería ser Fiscal General del Estado con el PP. El oficio que eleva la directora general de la Guardia Civil al secretario de Estado de Seguridad proponiendo el cese del coronel Pérez de los Cobos es de una estulticia rayana a lo absurdo. Es más propia de una película de Torrente, porque María Gámez reconoce que la pérdida de confianza es por no informar sobre el desarrollo de la investigación que realiza la Benemérita por orden judicial. Es un texto que le incrimina a ella, al secretario de Estado y al ministro del Interior. No se puede ser más torpe. Esto no significa que vaya a suceder nada en el terreno político, porque Marlaska no dimitirá, ni le cesarán. No es el barón Guttenberg. Está feliz con ser ministro y no tiene ninguna intención de regresar a la Audiencia Nacional. Una puerta giratoria, por cierto, que es un auténtico disparate. No puede ser que un magistrado pueda volver inmediatamente a las jurisdicciones penal o contencioso-administrativa tras haber asumido un compromiso político-partidista como, entre otros, diputado, senador, concejal, alcalde o ministro, con la excepción de ser el titular de Justicia.
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