Opinión
Las peores causas
La rueda del ridículo gira imparable. Los topos populistas, termitas infantiles, acusan a Joaquín Sabina de «facha» por una entrevista de 2016 que le hizo el siempre admirable Antonio Lucas, junto a otro grande, Arturo Pérez Reverte. Entre otras cosas Sabina dijo que «Como también llevo en mis venas gotas de sangre jacobina, recurriré también a la tradición histórica de la izquierda. ¡Vayamos al internacionalismo! Regresar al aldeanismo identitario no tiene sentido, así que no siento ningún respeto por el asunto catalán». Acabáramos. Después de que gente tan admirable como Fernando Savater, Félix Ovejero o Albert Boadella, entre mil, hayan sido tachados de «fachas», era sólo cuestión de tiempo que la izquierda más santurrona y analfabeta de Europa, la izquierda con el reloj averiado, aliada con sus socios supremacistas, llamara «facha» a un republicano, heterodoxo y librepensador como el cantautor y poeta Sabina. Asusta la involución hacia la caverna de una peña ciega ante su brutal incompatibilidad con el pensamiento ilustrado, incompatible con el pasado de la (mejor) izquierda hasta el punto en que llegará el día que el vocablo será sinónimo de retrógrado y tendremos que desecharlo, definitivamente roto por su cercanía con los peores paradigmas ideológicos. Como repite, dolido, el maestro Raúl del Pozo, quien nos iba a decir que la izquierda realmente existente, la que entonces puso los torturados y los fusilados, la que apostó por la reconciliación, la que trajo la democracia aliada con la Corona y con Adolfo Suárez, la que peleaba por la igualdad de oportunidades, la libertad y el pensamiento sin supercherías, acabaría representada por un mariachi de subnormales, a mitad de camino del frenopático y el kindergarten, dueño de una inabarcable empanada ideológica y que llora desconsolado por los cerditos a la puerta del matadero. Duele en el alma contemplar cómo reniegan de la nación de ciudadanos y reivindican a cambio podridos fueros medievales. ¿Sabina facha? ¿En serio? ¿Y Francoland? ¿Presos políticos? ¿Alianzas con las élites nacionalistas que diseñan y protagonizan el intento de golpe de Estado de 2017? ¿Palabras de amor para los verdugos, y apologetas del terror en el País Vasco? No se enteran de nada, no entienden nada y han traicionado todos los ideales del progreso. En la conjura de los necios de la política contemporánea la izquierda española camina abonada a las peores causas y abrazada a las más reaccionarias compañías.
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