Ingreso mínimo vital

Las buenas personas y las que den

¿Cuánto de tu tiempo y de tu dinero dedicas cada mes a ayudar a los demás?

No me opongo Ingreso Mínimo Vital, estoy más que a favor de la repartición de los bienes, de la justicia de los impuestos y de la protección de las personas más vulnerables, la sanidad pública universal etc...

Aunque, más que una paga considero que habría que establecer un salario a cambio de unos servicios prestados, ajustados, adecuados y equitativos a las capacidades de cada demandante, por supuesto. De lo contrario, se trata de una subvención a la penuria y, como dice Domingo Soriano, “cuando subvencionas algo acabas teniendo más de ese algo, al menos si no compensas la subvención con alguna medida en sentido contrario”.

No obstante, el IMV es mejor que nada, la situación en la que viven las personas menos afortunadas y su capacidad de reinsertarse o de existir con dignidad es el mayor indicador de progreso económico de un país, pero sobre todo de progreso filosófico y moral.

Este es un tema que saco a colación habitualmente entre aquellos a los que se les ilumina la cara sintiéndose muy buenos y aquellos a los que se les llena la boca autoproclamándose solidarios.

- Me considero una bellísima persona…- dicen algunos.

- ¿Cuánto de tu tiempo y de tu dinero dedicas cada mes a ayudar a los demás?

En efecto, esta pregunta tan sencilla es la clave de todo lo que una persona moderadamente inteligente debe saber de sí misma. Y la respuesta sincera a esta pregunta nos da la verdadera talla de nuestra filantropía.

Y no me vale moralidades a lo Séneca; el famoso pensador romano era conocido por sus discursos en la línea del estoicismo, el desapego hacia los bienes materiales, la práctica de la austeridad etc. pero luego, vivía rodeado de lujo, riquezas, esclavos, en la más exagerada opulencia. Se dice que era glotón y que se hacía traer los mejores vinos de donde fuera. Naturalmente esta incoherencia se le criticaba, a lo que él respondía con muchísima elocuencia, que una cosa son las “ideas” y otra muy distinta “los hechos”. Que él era filósofo y no un santo, y que bastante mérito tenía con haber pensado que la sobriedad podría ser buena para los hombres, que no le exigiéramos también poner sus pensamientos en práctica. Que él era un sabio, no un virtuoso.

- Fulanito es buenísima persona.

- ¿Sí? ¿cuánto de su tiempo y de su dinero dedica cada mes a ayudar a los demás?

Me llama la atención la superficialidad con la que se reparten los apelativos de “bueno y solidario” en este mundo. Y la hipocresía o la puerilidad generalizada: es obsceno identificar la condolencia y la humanidad con asuntos estéticos como el tono de voz, la ropa que uno viste o incluso el partido al que uno vota.

Basta ya de superioridades morales de chichinabo (detrás de la superioridad moral siempre se esconde lo peor). Dejémonos de prejuicios y de etiquetas porque la pretendida humanidad de la izquierda igual que el cuestionado altruismo de la derecha se deshacen como un azucarillo en agua caliente al formular esta pregunta, o mejor dicho al responderla.

Cuando interrogo a la gente que me rodea, ¿cuánto de su dinero o de su tiempo (hay gente que no tiene nada de dinero y aun así ejercen de mezquinos y egoístas) dedica usted a ayudar a los demás? No crean que la pregunta se entiende fácilmente; al escucharla la gente no comprende, o finge no comprender, o se sonroja, igual que yo cuando la escuché por primera vez. Ese día cambió mucho mi concepción sobre mi misma y sobre los demás.

Con qué clase de puerilidad decimos fulanito es muy bueno, ¿en serio? ¿Cuánto de su tiempo o de su dinero invierte cada mes en ayudar a los demás? Y cuando digo los demás, no me refiero a su mujer, ni a sus hijos, ni a sus hermanos, ni a sus padres, eso está descontado; la familia no son los demás.

La pregunta hace referencia a la gente que uno sabe que está en situación de necesidad, ya sea económica, afectiva o de infraestructura… esa gente con la que no nos unen lazos de consanguineidad, ni amistad, ni simpatía siquiera, pero de la cual conocemos o podemos conocer su sufrimiento, si no miramos hacia otro lado.

Y no es necesario adoptar niños en Ruanda (que también, les dejo aquí la institución que más me gusta para ello: Compassion); lo que hay que hacer es darse cuenta de que la solidaridad y la generosidad empiezan por uno mismo, como epicentro y ejercitarse en circular por el mundo, sabiendo que debemos nuestra asistencia y protección a todo el que nos encontremos, sea quien sea. Todos los días el mundo nos ofrece la posibilidad de colaborar con alguien que lo necesita con algo de nuestro tiempo o de nuestro dinero.

Valor y máxima sinceridad, ¿son verdaderamente solidarios, desprendidos o, por el contrario, delegan la compasión que ustedes solo ejercen de boquita, en los bolsillos o el esfuerzo de “los otros”?

Me fascina este fenómeno: en “los otros” cabe toda la maldad del mundo, así como también la bondad y la generosidad cuando hay que movilizarse. ¿Pero usted qué hace? ¿Y yo qué hago?¿Qué doy? Es sorprendente, lo que cambia la percepción a la hora de la verdad, es decir, a la hora de actuar (con dinero o tiempo) por alguien que precisa de algo (algo que podríamos ofrecerle y que no nos sobra). Últimamente pienso mucho en esto (me da vergüenza no haberlo pensado mucho en mi juventud) y lo hablo con mi familia, con mis hijos y amigos. Y ahora con ustedes. Permítanme pues la impertinencia ¿Cuánto de su tiempo o su dinero invierten cada mes en los demás?