Opinión
Presupuestos inviables con Podemos
El artículo 134 de la Constitución se aplica de manera automática y silenciosa. En su punto 4 dice que «si la Ley de Presupuestos no se aprobara antes del primer día del ejercicio económico correspondiente, se considerarán automáticamente prorrogados los Presupuestos del ejercicio anterior hasta la aprobación de los nuevos». Por primera vez España alargó las cuentas por dos veces, algo inédito en nuestra democracia, lo que explica la debilidad política del Gobierno para encontrar apoyos suficientes, poniendo en duda al programa político –si lo hubiere– con el que llegó a La Moncloa, aunque en el caso de Pedro Sánchez no hizo falta. Y ese es el problema. A pesar de que su alianza con Pablo Iglesias se basaba en un aumento desorbitado del gasto y una política fiscal impositiva en sectores tan nebulosos como las «grandes fortunas», no fue capaz de alcanzar la mayoría. Pero las cosas han cambiado radicalmente y ni los Presupuestos de Montoro sirven ya por más moderados que fuesen y como salvación última con la crisis abierta por el coronavirus.
El Gobierno ha comprendido que con los PGE que le pedía Unidas Podemos no es posible y, tal y como el grupo de Iglesias alardeó en la presentación de las cuentas –nunca aprobadas– de 2019, es un buen paso para «superar el marco de austeridad». Pero es que, además, abogaba por «cuestionar la lógica» del artículo 135 de la Constitución en la que todas las administraciones están obligadas a adecuar sus políticas al principio de estabilidad presupuestaria, lo que choca de lleno con el criterio de la UE. Es decir, las cuentas que Podemos quería sacar adelante eran inviables entonces y más ahora, a pesar de que se aceptaría que la deuda pública se superase en caso de catástrofe natural, recesión económica o «situaciones de emergencia extraordinaria que escapen al control del Estado». Situar el tipo mínimo del impuesto de sociedades en el 15%, aumentar el IRPF para las rentas altas y un alza del 1% en patrimonio son recetas de la ortodoxia izquierdista, pero que no es lo más eficaz en un parón productivo como el que está sufriendo la economía española. Otra cosa es cómo Sánchez sortea esta situación después de comprender que los PGE para el próximo capítulo deben ser excepcionales y estarán monitorizados desde Bruselas y, a la vez, mantener el equilibrio en una situación tan políticamente precaria. Cruzará el río poniendo un pie en «modular» lo pactado con Unidas Podemos, otro en una «transversalidad» que rompa –si es que alguien se lo cree– el pacto de la moción de censura y de nuevo hacer equilibrio en esa «geometría variable» en la que aspira a combinar sin caerse a Ciudadanos y ERC. En una situación normal, sería posible, es decir, que ambos compartieran la misma lealtad constitucional, pero a los independentistas, no lo olvidemos, los presupuestos no les quitan el sueño porque su aspiración es seguir manteniendo al Gobierno, conseguir que se siente en una mesa de negociación, poner encima la libertad de los golpistas presos y, en función del calendario electoral en Cataluña, hacerlo caer. Sánchez lo sabe y se apoya en Arrimadas, pero con la misma precariedad: es imposible un acuerdo serio si no va presuponiendo su ruptura con Iglesias y los independentistas y se vuelve a coser un pacto constitucional leal y duradero. Nunca es tarde para que este PSOE irreconocible acabe entendiendo que si quiere gobernar con sosiego y aportar grandes dosis de calma a una sociedad española que ha crispado con una actitud radicalizada deberá volver al centro. Paso a paso. Aun siendo una situación de emergencia, no puede pedir al PP que apoye unos PGE si antes no hay muestras evidentes, por más pequeñas que sean, pero ciertas, de que con Podemos no se puede ir muy lejos.El artículo 134 de la Constitución se aplica de manera automática y silenciosa. En su punto 4 dice que «si la Ley de Presupuestos no se aprobara antes del primer día del ejercicio económico correspondiente, se considerarán automáticamente prorrogados los Presupuestos del ejercicio anterior hasta la aprobación de los nuevos». Por primera vez España alargó las cuentas por dos veces, algo inédito en nuestra democracia, lo que explica la debilidad política del Gobierno para encontrar apoyos suficientes, poniendo en duda al programa político –si lo hubiere– con el que llegó a La Moncloa, aunque en el caso de Pedro Sánchez no hizo falta. Y ese es el problema. A pesar de que su alianza con Pablo Iglesias se basaba en un aumento desorbitado del gasto y una política fiscal impositiva en sectores tan nebulosos como las «grandes fortunas», no fue capaz de alcanzar la mayoría. Pero las cosas han cambiado radicalmente y ni los Presupuestos de Montoro sirven ya por más moderados que fuesen y como salvación última con la crisis abierta por el coronavirus. El Gobierno ha comprendido que con los PGE que le pedía Unidas Podemos no es posible y, tal y como el grupo de Iglesias alardeó en la presentación de las cuentas –nunca aprobadas– de 2019, es un buen paso para «superar el marco de austeridad». Pero es que, además, abogaba por «cuestionar la lógica» del artículo 135 de la Constitución en la que todas las administraciones están obligadas a adecuar sus políticas al principio de estabilidad presupuestaria, lo que choca de lleno con el criterio de la UE. Es decir, las cuentas que Podemos quería sacar adelante eran inviables entonces y más ahora, a pesar de que se aceptaría que la deuda pública se superase en caso de catástrofe natural, recesión económica o «situaciones de emergencia extraordinaria que escapen al control del Estado». Situar el tipo mínimo del impuesto de sociedades en el 15%, aumentar el IRPF para las rentas altas y un alza del 1% en patrimonio son recetas de la ortodoxia izquierdista, pero que no es lo más eficaz en un parón productivo como el que está sufriendo la economía española. Otra cosa es cómo Sánchez sortea esta situación después de comprender que los PGE para el próximo capítulo deben ser excepcionales y estarán monitorizados desde Bruselas y, a la vez, mantener el equilibrio en una situación tan políticamente precaria. Cruzará el río poniendo un pie en «modular» lo pactado con Unidas Podemos, otro en una «transversalidad» que rompa –si es que alguien se lo cree– el pacto de la moción de censura y de nuevo hacer equilibrio en esa «geometría variable» en la que aspira a combinar sin caerse a Ciudadanos y ERC.
En una situación normal, sería posible, es decir, que ambos compartieran la misma lealtad constitucional, pero a los independentistas, no lo olvidemos, los presupuestos no les quitan el sueño porque su aspiración es seguir manteniendo al Gobierno, conseguir que se siente en una mesa de negociación, poner encima la libertad de los golpistas presos y, en función del calendario electoral en Cataluña, hacerlo caer. Sánchez lo sabe y se apoya en Arrimadas, pero con la misma precariedad: es imposible un acuerdo serio si no va presuponiendo su ruptura con Iglesias y los independentistas y se vuelve a coser un pacto constitucional leal y duradero. Nunca es tarde para que este PSOE irreconocible acabe entendiendo que si quiere gobernar con sosiego y aportar grandes dosis de calma a una sociedad española que ha crispado con una actitud radicalizada deberá volver al centro. Paso a paso. Aun siendo una situación de emergencia, no puede pedir al PP que apoye unos PGE si antes no hay muestras evidentes, por más pequeñas que sean, pero ciertas, de que con Podemos no se puede ir muy lejos.
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