Opinión
Pedro I se cree el Rey
Cuando uno se equivoca una vez es un despistado. ¿Quién no ha entrado alguna vez en una calle por dirección prohibida por error? Que tire la primera piedra el que no se ha metido alguna vez en un baño de señoras siendo señor o en el de señores siendo señora. El problema es que cuando uno es obsesivamente contumaz en el fallo hay que empezar a sopesar la posibilidad de que, en lugar de ante un despistado, nos encontremos frente a un desahogado. Pedro Sánchez, mismamente. Las equivocaciones protocolarias eran aceptables en su caso, como en el de cualquier otro presidente, en las primeras semanas, cuando era un novato en las lides monclovitas. Pero esa excusa dejó de colar un mes después teniendo en cuenta que dispone de un ejército de expertos en protocolo. Desde entonces, las meteduras de pata se antojan bien una traición del subconsciente, bien un rapto de megalomanía de un tipo que deja reducido a Napoleón a la condición de hombre humilde. La primera gran ¿pifia? sanchiana llegó en la recepción del 12 de octubre de 2018 en el Palacio Real cuando se colocó al lado de los Reyes a saludar a los 5.000 invitados. Estrechó, incluso, la mano de una estupefacta Ana Pastor. Tuvo que intervenir el siempre audaz Alfredo Martínez, jefe de Protocolo de la Casa del Rey, para que el presidente dejase de dar la nota. El ridículo, deliberado o no, fue de los que hacen época. El cuento se repitió durante una cena en honor del presidente del Perú, Martín Vizcarra. Los presentes se desternillaron poco después de que el Rey diera el pistoletazo de salida a su discurso con las palabras de rigor: «Señor presidente, señora primera dama…». Sánchez se hinchó al más puro estilo pavo real, se apresuró a abrir la boca, pero dio marcha atrás cuando se percató de que la alusión iba dirigida al sudamericano. El pasado 12 de octubre se lanzó a auxiliar al paracaidista del farolazo para salir en la foto al lado de Don Felipe. Ayer, en La Alcazaba de Badajoz, más de lo mismo: se situó a la vera del presidente portugués, Rebelo de Sousa, dejando orillados al Rey y a su homólogo y correligionario António Costa. Ya no hay duda de que se cree el jefe del Estado bis y de que sueña con ser algún día jefe de Estado único bajo el nombre de Pedro I. Con permiso de Pablo Iglesias, naturalmente.
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