Opinión
Los colaboracionistas
Que Sánchez es el peor presidente de la democracia es algo que ningún observador neutral discute a estas alturas de la película. Y eso que Zapatero dejó el listón en la estratosfera. Su alianza con golpistas y proetarras, su coalición con los burros de Troya de Maduro en Europa, su gestión económica pre-pandemia, que nos llevó del 2,9% de crecimiento del PIB con Rajoy al 1,6%, y su manejo de la triple crisis del coronavirus –sanitaria, económica y social– le hacen indiscutible acreedor del farolillo rojo. Con todo, lo peor es la voladura definitiva del Pacto de la Transición que inició en 2004 el jefe de Gobierno de la revanchista Memoria Histórica y del «apoyaré el Estatut que venga del Parlament». La economía se solventará antes o después. Más antes si gobierna la derecha y más después si ellos y el quinqui Iglesias continúan al mando. No ocurrirá lo mismo con ese desmantelamiento de la España constitucional que, visto lo visto, jamás tiene marcha atrás: que se lo digan a esos padres que soportan hace tres décadas el adoctrinamiento y el unilingüismo en Cataluña, País Vasco, Comunidad Valenciana y Baleares. Por no hablar de esos Mossos d’Esquadra cuya jefatura coadyuvó al golpe del 1-O o del tan incontrovertible como básico hecho de que haya autonomías con estructuras de cuasi Estado. Un status quo que, en lugar de frenarse o achicarse, ha adquirido velocidades supersónicas con los socialcomunistas. Por eso, todos los que algún día confiamos en Ciudadanos como nueva savia liberal, observamos ahora espantados cómo el proyecto alumbrado por Rivera para finiquitar la dictadura independentista en Cataluña se constituye en entusiasta socio del socio de golpistas y bilduetarras. La jugada de Pedro Sánchez ha funcionado a las mil maravillas alejando a Ciudadanos de ese aliado natural que es el PP. El problema es que el PP, de la mano de Pablo Casado, ha entrado –levísimamente, pero ha entrado– en esa senda del colaboracionismo con el sanchismo. Una cosa es afrontar este «shock» con sentido de Estado, lo normal en alguien que aspira a La Moncloa, y otra bien distinta es apoyar ese decreto de la nueva normalidad en el que PSOE y Podemos han impuesto sus tesis y acabarán de imponerlas –tiempo al tiempo– en el proyecto de ley. Como dirían en mi pueblo, con Sánchez no se puede ir ni a heredar. Espero que Casado recapacite antes de que sea demasiado tarde y la fuga de votos a Vox, irremediable.
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