Juan Carlos I de España

Sin trauma postvacacional

Este año no se habla de trauma postvacacional por la sencilla razón de que muchos no se han podido permitir un respiro, no han tenido posición para viajar ni al barrio de al lado –no digo ya a las costas o a la montaña-. La economía no está como para esos trotes, ni el ambiente tampoco. Está siendo dura la vida, muy dura, y la cosa no da tan siquiera para psicólogos o para ir a la farmacia a buscar ansiolíticos. Las noticias son lo único que nos distrae, normalmente para mal, aunque siempre nos quedará Trump para alegrarnos la pestaña, apoyado de medio lado en un atril con la bandera a su espalda diciendo que si no le votan se acaba el sueño americano con la llegada de la izquierda, y no le falta razón. Miremos a nuestro ombligo, que de la vieja España no quedan ni los sueños ni las esperanzas, sólo vivir a título individual sin considerar que somos un gran país gobernado por ciento y la madre, que chupetean del bote abusando de la ignorancia y el conformismo de la ciudadanía. Indigna pensar que si hubiera elecciones volvería a tener mayoría Sánchez, quien ha disfrutado de unas vacaciones soñadas a golpe de Falcon, Doñana y La Mareta, o sea de palacio en palacio, frente a una oposición que se ha movido entre Las Navas del Marqués, Murcia y Elche, que no son malos sitios pero nada tienen que ver con el lujo del socialista que reside en la Moncloa.

Luego está lo de Shinzo Abe, a la sazón presidente de Japón, quien abandona el cargo por una colitis crónica, o algo parecido, algo que no haría el de aquí, aunque fuera una diarrea galopante. No hay como la dignidad, pero para eso hay que nacer, y si no que se lo pregunten a la Montero que no hace ascos a salir en una revista del corazón, en una bochornosa entrevista de guante blanco y con fotos a todo color, luciendo en la muñeca un Rolex Oyster Perpetual con la esfera en azul, una tontería de nada propia de los de extrema izquierda, claro. Menos mal que en este fin de semana las temperaturas están bajando unos diez grados y que Messi ha abandonado el Barcelona, lo que supone dos buenas noticias que nos sosiegan tanto el cuerpo como el alma. También los place la idea de que la tal Corina venga, haga el paseíllo a la entrada del Supremo y no se vaya de rositas, como tanta gente en esta vida después de hacer males irreparables, Nos divierte también la cara de Melania Trump saludando sonriente a su hijastra Ivanka y cambiando el gesto de inmediato cuando la pierde de vista. Es una inexorable ley de vida. Entre tanto, Brad Pitt sigue los pasos de Ponce con un pibón de origen alemán, aunque con apellido polaco y las gentes proceden a criticarlo por aquel tópico de la diferencia de edad. Mucha vulgaridad suelta y pocas ganas de pelear por conseguir cambios en la política del país. Mucho palabrerío en las reuniones de sociedad pero poca movilización. Ya veríamos si la cosa fuera al revés cómo la ultraizquierda estaría en la calle día y noche hasta conseguir sus objetivos. Acordémonos de los indignados acampados en la Puerta del Sol, ahora situados holgadamente en el gobierno, con coches oficiales y casoplones en la periferia. Ellos sí que saben hacer scraches, manifestarse debidamente y hacerse oír. Vamos a ver si un día aprendemos y empezamos a salir del mierdero en que estamos sumidos, aunque el pesimismo es grande y los titulares así lo aseguran.