Opinión
Mediocridad y resiliencia
El curso político
arranca con un mediocre mitin electoralista convocado por Pedro
Sánchez para celebrar su “resiliencia” veraniega, un discurso no
menos mediocre con llamamientos a “arrimar el hombro” y una
de NC Report para LA RAZÓN. Según este sondeo, los partidos que
componen la coalición de Gobierno se dejan 1,4 millones de votos
desde las últimas elecciones, con pérdidas de 655.000 para el PSOE
y de 682.000 para los podemitas. En cambio, el centro derecha se
mantiene con 10,4 millones de votos y algún trasvase al PP de los
otros dos partidos, mayor en el caso de Ciudadanos que en el de Vox.
En otras palabras: si bien la izquierda
sigue a la baja y no supera bien la crisis derivada del covid-19,
tampoco el centro derecha parece ofrecer una propuesta capaz de
atraer a una mayoría social y electoral. La improvisación y la
falta de iniciativa del gobierno, excepto para la propaganda,
deberían beneficiarle, pero no ocurre así del todo, o al menos los
partidos de centro derecha no convencen lo bastante como para cambiar
las cosas.
Tal vez sea eso, exactamente, lo que
están buscando estos partidos. No porque no quieran llegar a
gobernar, que es de suponer que sí quieren, sino porque en estos
meses lo esencial de su acción y de su reflexión –alguna habrá
habido- se ha concentrado más en ellos mismos que en la sociedad. El
resultado confirma la hipótesis: los partidos de centro derecha
sobreviven bien, y lo de la resiliencia les sienta mejor a ellos que
a la coalición gubernamental. No más.
Fuera de las encuestas, existe una
sensación generalizada de que, de una manera u otra, los partidos
políticos se han ensimismado. Vox se salva, pero porque moviliza con
especialidad intensidad a sus votantes. Su estancamiento, en cambio,
sugiere que este verano no ha hecho gran cosa para salir de ahí. No
debería ocurrir así. Estamos en momentos de cambio muy profundo,
donde no valen las recetas aplicadas hace escasos meses, por no
hablar ya de años, que parecen siglos. Cada crítica, en
consecuencia, debería ir acompañada de una propuesta propia,
propuesta que a su vez debería demostrar la existencia de una
alternativa global al desastre en el que nos encontramos. Es el
momento de pensar, y de pensar en grande. No de “resiliciar” o
“resilistir” ni de “arrimar” o dejar de arrimar el hombro.
Qué suplicio…
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