Opinión
Palabras claras
Gran despliegue mediático ayer y hoy por lo que se califica la gran «derrota histórica» del Gobierno ante el tema, en el que están en juego los dineros de los ayuntamientos. Pero infinitamente mayor e histórica, humillante, fue ayer la derrota de España entera, de la sociedad española, de las gentes que aquí habitamos, derrota también de la humanidad, del hombre mismo, por la aprobación a trámite de la ley de eutanasia, suicidio asistido, y por el rechazo de otras propuestas sobre cuidados paliativos que mejoraban la actual legislación.
Señor presidente del Gobierno, miembros del Gobierno, ministros, parlamentarios que aprobaron semejante injusticia, por lo demás, monstruosa, ¿están ustedes locos, han perdido la cabeza o su moral es no tenerla? Dense cuenta de que ustedes como Gobierno o como parlamentarios están para defender, proteger, tutelar el bien común, basado en derechos y deberes fundamentales de la sociedad a la que representan –el primero es el de la vida–, y resulta que se han convertido en enemigos, que se oponen a la sociedad, dispuestos a derrotar esa sociedad a la que representan y deben proteger, al propugnar semejante propuesta de ley, que difunde y agranda una cultura de muerte, además, en medio de la pandemia de Covid-19. ¿Qué credibilidad pueden mantener ante dicha pandemia? ¿Con qué autoridad moral pueden dirigirse a ese pueblo y pedirnos lo que se nos pide? ¿No se ven como un signo de contradicción?
Todavía están a tiempo de rectificar, como tantas veces se rectifica en la gestión de Gobierno o en tareas y responsabilidades parlamentarias. No es inmiscuirme en política, pero mi responsabilidad como obispo y como ciudadano no me permite callar. Y así debo denunciar ante la opinión pública este comportamiento, como también a medios de comunicación que tanta importancia le han dado al «asunto de los alcaldes», y tan poco relieve, sin embargo, le han dado al de la eutanasia, que constituye no una derrota histórica de un Gobierno, sino una derrota de todo un Estado, y que es un problema infinitamente mayor y grave, aunque ustedes no lo vean así, y les respeto. Con legislaciones como esa no se edifica una verdadera fraternidad de auténticos hermanos de una nueva civilización de amor que construye la paz y es capaz de hacer frente a la pandemia.
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