Opinión
¡A jugárnosla!
Las cifras son terribles. El 15 de septiembre 9.437 contagios y fallecieron 157 personas. Son cifras superiores a las de los días en que se decretó el estado de alarma, el 14 de marzo. Es cierto que la situación no es la misma. Sabemos más de la enfermedad, empezamos a saber cómo tratarla, estamos mejor preparados y somos conscientes de aquello a lo que nos enfrentamos. Pero también es cierto que nos encontramos en una situación muy distinta de aquella en la que pensábamos que íbamos a estar, cuando se suponía que la segunda oleada llegaría con el frío. De hecho, con un total de 603.000 infectados oficiales a día de ayer, nos encontramos en uno de los peores escenarios posibles. Un escenario en el que parece que hemos recuperado una cierta normalidad, mientras que esta sensación propicia la propagación acelerada de la enfermedad y un deterioro económico desbocado. Hemos entrado en una zona fantasmagórica, de apariencia de normalidad relativa, o nueva, en la que se ha recuperado en parte la actividad, e incluso ciertas costumbres y estilos de vida, pero cada vez más poblada de signos preocupantes. Y no se trata sólo de las cifras de contagiados y fallecidos. También a las empresas y a los locales cerrados, al paro, a la economía de guerra o de asistencia a la que cada vez se acogen más familias.
El Gobierno –ya no será una sorpresa para nadie- se siente cómodo. Fernando Simón se dedica a hacer turismo en globo, el ministro de Sanidad apenas tiene nada que decir porque las Comunidades ha recuperado íntegras sus competencias y el Presidente y sus ministros andan enfrascados en la negociación de unos presupuestos de cuyo contenido nadie sabe nada y en la resurrección de Franco por fascículos, todo esto muy en la línea del nuevo socialismo que inauguró Rodríguez Zapatero. Después de la consigna del «¡A disfrutar!», vino la del «consenso», exigido desde el poder como prueba de lealtad, mientras se desprecia y se insulta a la oposición. A partir de ahora, la consigna será la de que todos los que no aplaudan al Gobierno son poco menos que franquistas. Estarán fuera de la «memoria», quiero decir del consenso democrático, dictado por el social-peronismo.
Así que también en esto hemos vuelto ya a hace seis meses. De nuevo estamos en la inacción del gobierno y como hace seis meses la inacción tiene motivos partidistas. Las relaciones no son buenas con las Comunidades (salvo con los nacionalistas, claro está) y tampoco se hace el menor esfuerzo por alcanzar algún acuerdo con la oposición. No se construye confianza. Al revés, se destroza cualquier capacidad de afrontar unidos lo que se nos viene encima. Y se sustituye una realidad dramática, en sufrimiento y en daños humanos, económicos y sociales, por otra oficial, como la de la nueva memoria democrática que nada tiene que ver con lo ocurrido en nuestro país. Tardarán en confinarnos, porque nos gusta vivir en la fantasmagoría, pero cuando lo hagan comprobaremos qué cantidad de normalidad nueva, es decir falsa, hemos sido capaces de aguantar.
✕
Accede a tu cuenta para comentar