Opinión
Sánchez pulveriza el récord de Chávez
«Dime de qué presumes y te diré de qué careces». El refranero español jamás se equivoca. No erró con Hugo Chávez que, apenas llegó democráticamente (como Hitler) al poder en 1999, le faltó tiempo para aprobar una nueva Constitución en la que sacralizaba en términos muy contundentes «la separación de poderes» y, consecuentemente, «la independencia del poder judicial». Todo muy bonito. Demasiado bonito para ser verdad en un sujeto que ya había dado muestras de su nulo apego al Estado de Derecho con la sublevación de 1992, que no fue el acto robinhoodesco que nos venden por acá los mentirosetes medios españoles sino un golpe de Estado con todas las letras. El narcodictador, que gustaba pasearse por las calles de Caracas gritando el célebre «¡exprópiese!», se fue cabreando por momentos al contemplar cómo la Justicia hacía lo mismo que en cualquier otra democracia: ir por libre. Venezuela era junto con el Chile post-Pinochet el país con las instituciones más sanas del Cono Sur. Los magistrados hacían mayormente lo que les dictaba su conciencia. Hasta que llegó el día en que el tirano vomitó ese «¡hasta aquí hemos llegado!» que ha quedado para la historia como una de sus frases favoritas. Dicho y hecho: se puso manos a la obra para parir la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, que suprimió los dos tercios de la Asamblea Nacional requeridos históricamente para elegir a los magistrados. Se anuló en la práctica la obligatoriedad de la mayoría reforzada que, al igual que en España, trata de impedir que un partido cope la judicatura. Y consumó su segundo y definitivo putsch estableciendo que si en tres votaciones no se lograban los dos tercios, bastaría la mayoría simple en la cuarta y definitiva. Vamos, que consagró la mayoría simple. Aquel día la democracia se fue definitivamente a tomar viento y Chávez se transformó en el sátrapa que ya apuntaba maneras desde 1992. La no menos golpista reforma del Consejo General del Poder Judicial que ha anunciado el presidente Sánchez no es que se parezca a la del narcoterrorista venezolano. No. Es que es hermana gemela. El tejerito de Moncloa, instruido por el presidente de facto, Pablo Iglesias, que conoce al dedillo las tropelías de Chávez porque participó en ellas, se ha sacado de la manga una reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial que abole los tres quintos imprescindibles hasta ahora y los sustituye por esa mayoría absoluta que ya tiene de la mano de bolivarianos, proetarras y golpistas. Le toca un pie que el Constitucional sacralizase en 1986 la obligatoriedad del 60% de los votos de las cámaras o que lo hiciera de la mano de un jurista tan próximo al PSOE como Tomás y Valiente. Estos facinerosos han pulverizado el récord de Chávez: él logró someter al Poder Judicial en cinco años, a éstos les bastarán 10 u 11 meses si nada ni nadie lo remedia. Tiene bemoles que este Sánchez sea el mismo que en 2016 abogaba por despolitizar el sistema de elección del gobierno de los jueces para pasar a un sistema de concurso público de méritos. No se equivoquen, no es el mismo: aquél respetaba la democracia, éste, no. Y si para mantenerse en el machito se tiene que cargar nuestro sistema de libertades, se lo cargará. Tiempo al tiempo. Así empezaron en Españozuela, perdón, en Venezuela.
✕
Accede a tu cuenta para comentar