Opinión
Ábalos desencadenado
Al ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos, indultar a unos golpistas le parece muy bien. Le parece fetén. Porque, uh, «todo gesto de normalización es positivo». No vamos a pedir ahora al señor Ábalos, con su empaque verbal de enérgico transportista embelesado por el guiño de unas bombillas azules, rojas y amarillas, que asuma/entienda lo que significa «normalizar» a los arquitectos de una intentona golpista. O sí. Porque Ábalos, Giménez Caballero del posmodernismo blandiblú donde chapotea este PSOE, tiene bien estudiado el giro entre siniestro y cómico que los gurús de la publicidad le han dado a determinadas palabras. Para Ábalos, como para los publicistas del gabinete en Moncloa, regularizar la condición antidemocrática de unos señoritos golpistas, visualizar el abrazo con los enemigos del ordenamiento jurídico, supone «normalizar» las relaciones políticas y traer el sentido común a la arena sentimental y normativa española. Ábalos es ese hombre desencadenado que hace apenas dos años negaba que un gobierno con el inimitable Pedro Sánchez al mando pactara o hiciera cariños con los muñidores de la xenofobia institucionalizada y los artilleros de la convivencia y el pacto constitucional. Pero el proyecto de Sánchez fue siempre el de ahormar una entente con el peronismo cuqui y el nacionalismo a fin de atornillar su augusto culo al trono. Incluso al precio de reventar primero y antes que nada su propio partido y luego ya, todo seguido, los consensos sociales básicos. Lo supo el comité ejecutivo de su partido allá por 2016 y, ay, no tengo tan claro que lo supiera Ábalos desmelenado, que habita en esa realidad paralela del neolenguaje, entre ultraísta y reaccionario, de la izquierda ídem. Ábalos, al fin, es muy capaz de rezarle al parlamentarismo para invocar reformas constitucionales por la gatera mientras blanquea al Le Pen español y coquetea con unos referéndums destinados a quebrar la soberanía nacional. Igual que en EE.UU. urge que los republicanos rompan con Mr. Trump así el PSOE, y España, necesitan con urgencia defenestrar a la procesionaria iliberal, bien representada por Ábalos, para recuperar el sueño de un partido socialdemócrata que no haga felaciones a un hatajo de delincuentes en sentencia firme.
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