Isabel Díaz Ayuso
La peor pesadilla
La presidenta Ayuso lo ha sentenciado muy educadamente: “voy a ser la peor pesadilla de quienes quieran machacar a impuestos a los madrileños”, o, lo que es lo mismo, “a mosca cojonera no me gana nadie y ya lo he demostrado”. Todo lo que sea hacer la vida imposible a los mercanchifles del independentismo y del terrorismo, bien hecho está, y ella no pestañea con esos ojos a lo Romero de Torres que la madre naturaleza le ha dado. Madrid no puede ser moneda de cambio para el separatismo, una región que en estos últimos tiempos ha acogido a 433 empresas catalanas ¡y van ya 3558 desde el golpe de Estado independentista! Esta joven mujer, por la que nadie daba un duro, se ha convertido en el descubrimiento político de 2020, y no es que lo diga yo, sino que lo afirman diarios europeos tipo Le Figaro, y por ahí. La otra noche, volviendo de cenar a esas horas tempranas que nos impone el virus y con quienes muchos estamos encantados -no con el virus sino con los nuevos horarios-, observábamos ese alumbrado navideño que nos ofrece el ayuntamiento de esta ciudad, envidia de tantos, centro y capital de un país que reniega de sus bellezas, de sus cualidades y de su prosperidad, una prosperidad que quieren cargarse gobernadorcillos regionales y también los de todo el ámbito del país. Entre pena y asco sentimos quienes somos madrileños, pero que ensalzamos también a Sabadell, Lequitio, Betanzos, Garrucha, Almendralejo, Águilas o Aranda de Duero, por poner unas cuantas ciudades que no son capitales de provincia pero que guardan tanta riqueza y belleza como si lo fueran. No nos sentimos superiores en nada pero somos los más envidiados. Lástima, de seguro que en Alemania, Francia o Bélgica –por poner tres mínimos ejemplos-, no ocurre lo mismo.
A propósito de Alemania, la gordoncha y entrañable Merkel dará una tregua de siete días a los alemanes para que celebren en grupos de diez las fiestas navideñas. A mano de hierro nadie le gana, pero a flexible, tampoco. Reconozco que soy más anglófila que germanófila por muchas razones, pero también asumo la eficacia de este país cuadriculado frente a los palos de ciego que están dando los británicos y sus gobernantes. Desde la Thatcher no van rectos, y el brexit está resultándoles un despropósito cuyas dimensiones todavía no están bien calculadas.
Luego está lo del fallecimiento de Maradona, algo que tiene afligido a Iglesias y su troupe por haber sido un chavista hasta las trancas con tatuaje del Che Guevara en el brazo. La verdad es que siento bastante desprecio por quienes se entregan a las drogas, ya sean futbolista, cantantes o filósofos, y que la naturaleza no tenga piedad con ellos me parece lo más lógico y lo más oportuno, ya que son escoria de una sociedad donde debe primar el orden y el buen ejemplo. Muchos de estos especímenes son referente para una juventud todavía sin formar, y esas costumbres tan insalubres como viciosas son contaminantes. No me asombra, sin embargo, la histeria colectiva de su país, Argentina, donde niños que nunca le vieron pegar patadas al balón lloran desgarradamente su muerte. También ocurrió con otros mitos argentinos tipo Evita Perón, Carlitos Gardel por ahí. A este han tenido que sacarlo a trompicones de la Casa Rosada, sede de la Jefatura del Estado. ¡Qué disparate! Es como si aquí se velara el cadáver de alguien similar en el Palacio Real. En fin, que es el lado anecdótico y chusco de la vida, que si no fuera por esto, por el toque de ironía y sentido del humor con que aderezamos la vida, más valdría tirarnos por un barranco.
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