Coronavirus

Y Araceli se puso la vacuna

Que ni Donald Trump ni Boris Johnson ni Pedro Sánchez –por poner solo tres ejemplos– se hayan resistido a «propagandear» con la vacuna está en la naturaleza de la política.

La escena resultó enternecedora: Araceli, una anciana de 96 años con su cabello plateado, se santiguó, descubrió su brazo izquierdo y recibió la primera dosis de la vacuna contra el coronavirus que se administra en España. Después esperó unos minutos por si pudiera producirse alguna reacción y, confirmada la normalidad de su estado, se fue de la sala caminando con su andador, acompañada de una auxiliar y aplaudida por el personal de la residencia.

El peor año termina con la mejor noticia. Y, sin embargo, es innegable el descreimiento que se aprecia en muchas personas ante la campaña de vacunación que se inicia ahora. Algunos, contra toda evidencia, no confían en las vacunas en general, a pesar de que han salvado la vida de miles de millones de personas durante décadas al frenar la incidencia de la viruela, el sarampión, la gripe y otras enfermedades con potenciales efectos letales. Es cierto que en este 2020 hemos visto tanto sufrimiento que cuesta poner toda nuestra fe en que con solo un par de inyecciones (las dos dosis necesarias) nos vayamos a librar de un enemigo terrible como el virus que nos ha cambiado la vida.

Tampoco la gestión política de estos meses alimenta la esperanza. Cuando empezó la pandemia se nos conminaba a no utilizar mascarillas porque «dan una falsa sensación de seguridad». De la misma forma, ahora nos dicen que también daría una falsa sensación de seguridad hacerse en casa un test de autodiagnóstico. Lo que no se nos ha explicado es por qué saber si estás contagiado es peor que no saberlo.

Que ni Donald Trump ni Boris Johnson ni Pedro Sánchez –por poner solo tres ejemplos– se hayan resistido a «propagandear» con la vacuna está en la naturaleza de la política. Ni siquiera se puede considerar que este sea un efecto secundario grave. A cambio, es imprescindible que las autoridades nacionales y autonómicas organicen el proceso de vacunación de una forma efectiva porque sería dramático que disponiendo del remedio no se pudiera aplicar con la rapidez necesaria por no disponer de personal suficiente o porque la distribución fuera defectuosa. Un error en la toma de decisiones y en la ejecución de esas decisiones tendría como resultado que más personas podrían enfermar y morir. Las administraciones públicas deberían haber aprendido de los fallos cometidos en 2020 para no repetirlos ahora en la gestión de la vacuna.

Porque si esta vez las cosas se hacen mejor, quizá se cumpla el augurio de Ugur Sahin y Ozlem Tureci. ¿No recuerda haber oído esos nombres? No se culpe, aunque todos deberíamos ponernos en pie para darles las gracias el día en que nos administren la vacuna. Ellos son sus creadores. Y hay cientos de investigadores más que han descubierto otras vacunas contra el coronavirus que llegarán dentro de pocas semanas. Sahin y Tuceri aseguran que este será un invierno difícil, pero «podríamos volver a la vida normal a mediados de 2021». Será el momento de poner a los científicos en el pedestal que merecen.