Opinión

Penoso panorama económico ante el 2021

En estos momentos de final de año, son dos cuestiones las que se deben considerar en el terreno de la economía. Una de ellas es la magnitud de los problemas que nos deja 2020 en todo el conjunto del mundo, y del que España no puede escapar. La otra tratará de comparar nuestros problemas con los del resto de los países más significativos, y analizar el porqué de nuestra situación excepcional.
Desde luego, es necesario comenzar citando la magnitud de los golpes recibidos facilitados por los avances de la macroeconomía. En el caso de España, siempre es una fuente de alto nivel científico la que proporciona el Banco de España; los economistas bien sabemos esto. Ese alto experto en economía que es su Gobernador actual, Hernández de Cos, advirtió, en su comparecencia ante la comisión de Asuntos Económicos y Transformación Digital del Congreso de los Diputados, el 18 de mayo de 2020, que ya estábamos amenazados por un «impacto económico muy intenso», a causa de la reducción de la oferta y la demanda de bienes y servicios. Y esa advertencia se ha transformado en realidad. Simultáneamente, ya surge una comparación internacional que dificulta, para el próximo y sucesivos años, nuestra coyuntura. Basta observar lo que en el mundo financiero se deriva de esa situación. Por ejemplo, es imposible pensar que asesores fundamentales de la vida económica mundial no hayan recibido el semanario The Economist. Tengo sobre la mesa el correspondiente al 19 de diciembre de 2020. En él, en la sección comparativa de las situaciones económicas y financieras de las 44 economías mundiales más importantes, nos encontramos con que el hundimiento económico que se señala que va a tener España en el año 2020, comparado con el año anterior, a través del dato del incremento del PIB, se estima en un 8,7% (el mayor de todo el conjunto de los países europeos reseñados, sólo superado por un 9,6% en Gran Bretaña). Sí nos superan, con claridad, en crisis económica, Filipinas, Argentina, Méjico y Perú.
Naturalmente, esto provoca una típica huida de las inversiones extranjeras, una de las bases que precisamos para que avance nuestra economía. Complementariamente, nos encontramos con otro dato que nos debe preocupar seriamente: el de la tasa de paro. Se señala que afecta al 21,5%, una de las más altas del mundo. Esa realidad genera tensión social y, naturalmente, hace que las inversiones exteriores –y habría que añadir, también, las propiamente españolas–, huyan. Sin inversiones es imposible que exista recuperación ni desarrollo.
Ese planteamiento básico, que señala algo así como una repetición, pero todavía más dura, de la crisis del 2008, enlaza con algo que no se puede dejar de tener en cuenta: una obligada existencia de una mala política económica, lo que, por cierto, sería la tercera mala política económica encabezada por sucesivos gobiernos socialistas: recordemos el hundimiento económico de etapa presidida por Felipe González, y la considerable crisis centrada en los desastres provocadas por el gobierno de Rodríguez Zapatero.
Esto obliga a observar, en primer lugar, que las concesiones a que se ve obligado el actual gobierno generan esos planteamientos negativos, que se acompañan por la inexistencia de rectificaciones de errores anteriores. Un caso que conviene tener en cuenta es el de la falta de rectificación de nuestra economía clientelar. Cuando contemplamos las realidades españolas que, sobre esto, expuso el profesor Jaime Terceiro en el año 2016 –se pueden leer en el tomo LXVIII de los Anales de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, pág. 297–, comprobamos que lo mismo sucede en la prensa diaria, de modo que, a veces, parece intentar favorecer las relaciones internas de Sánchez e Iglesias.
Mas, a la vez, el presupuesto crea una realidad de déficit del Sector Público que golpea forzosamente a la economía. La ruptura de la homogeneidad administrativo-económica del mercado interior español se agrava con las concesiones para obtener respaldos parlamentarios, hacia Cataluña, el País Vasco, a más de otras autonomías. Y dentro de la creación de alarmas, no olvidemos las alusiones a cambios constitucionales importantes que originarían la desaparición de fundamentos económicos esenciales existentes en la Constitución de 1978, y que dejarían de estar presentes en nuestra economía. Por ejemplo, las amenazas a la propiedad privada, o la tormenta desatada alrededor de la política salarial flexible, indican la consolidación de pésimas políticas económicas. Digo pésimas, porque basta leer cualquier seria orientación de la política macroeconómica, como por ejemplo el libro de Joan Hortalà, Teoría económica. Macroeconomía, para saber que hay que huir de toda una serie de decisiones que el conjunto del Gobierno Sánchez-Iglesias admite.
Y así se explica el minúsculo peso internacional que ha pasado a tener España. El que Marruecos amenace ya a ciudades esencialmente españolas, con apoyo de Estados Unidos, puede tener consecuencias durísimas para el desarrollo de nuestra economía, en el 2021 y, posteriores, de extrema gravedad. O se genera un radical cambio o, por hacer una comparación, debemos señalar que nos encontramos en el camino de Grecia.