Gibraltar

Gibraltar, la última colonia

No ha habido ninguna negociación dura o complicada, no hay más que ver el resultado, sino que han querido acabar con las «cuestiones irritantes» por el expeditivo método de ignorarlas.

La sumisión del gobierno socialista-comunista ha conseguido que Gibraltar logre una victoria histórica. El último vestigio del colonialismo británico goza de muy buena salud y Picardo lo aclaró ayer en una entrevista en El País: «Gibraltar y el Reino Unido no han cedido soberanía, jurisdicción o control». Tras la Segunda Guerra Mundial, el imperio británico había quedado muy debilitado y su prestigio desaparecido en sus dominios como consecuencia de los fracasos militares que sufrió de manos del brutal y cruel expansionismo japonés. El Estatuto de Westminster (1931) había sido la antesala de su final y el sistema de la Commonwealth no logró sujetar el ansia de libertad de sus colonias, no importa el nombre que les dieran. La India obtuvo la independencia en 1947 y los británicos fueron perdiendo progresivamente territorios en otros continentes, aunque siempre han mantenido ese admirable y arrogante orgullo que les caracteriza y explica el éxito del Brexit. Lo mismo le sucedió a Francia que tuvo que renunciar a Chandernagor y otras factorías en 1951 y 1954 mientras que las portuguesas de Goa, Damao y Diu fueron ocupadas por los indios en 1961. La orgullosa India de Nehru no podía permitir ningún resquicio del viejo colonialismo.

En cambio, Sánchez acepta que España se humille ante Picardo y su jefe, Jaime Levy, legitimando una colonia que nunca tendría que haber dejado de ser española. Un país que se respete no debería permitir que 15.000 españoles sirvan de rehenes de esa mentira que eufemísticamente denominan la «prosperidad compartida». No ha habido ninguna negociación dura o complicada, no hay más que ver el resultado, sino que han querido acabar con las «cuestiones irritantes» por el expeditivo método de ignorarlas. A Nehru no le pareció que la defensa de la unidad nacional de su país fuera una cuestión irritante. Nada le impidió exigir que Gran Bretaña, Francia y Portugal dejaran de ser potencias coloniales que ocupaban injusta e ilegalmente la India. Por supuesto, había tratados y acuerdos que en su día habían permitido la indignidad del imperialismo decimonónico. Asia, África y Oriente Medio fueron brutalmente conquistadas, pero el mundo surgido de la Segunda Guerra Mundial no podía aceptar la continuidad de un sistema que oprimía a los legítimos propietarios de esos territorios. En el caso de Gibraltar, la población fue sustituida tras Utrecht y el tratado fue vulnerado en diversas ocasiones ampliando el territorio que habían recibido gracias a aquel lamentable tratado. Como colofón, un gobierno español asume feliz la soberanía británica y consagra la legitimidad de la última colonia en territorio europeo.