Pandemia

Cuando el deporte sí es ejemplar

Duvernay-Tardif decidió dejarlo durante un año para atender a una crisis que se expandía cada vez más, la del coronavirus.

Esta semana ha sido la de los sueldos y no sólo los de los youtubers andorranos. Mi compañero, Ángel N. Lorasque, destapaba en LA RAZÓN el mísero salario de un residente en primera línea contra la covid-19 en un hospital de Cádiz. «Después de seis años de carrera, más otros tantos de especialidad, tenemos un salario base indecente. En mi última nómina he cobrado 869 euros de salario netos», le explicaba Jaime Lluch. Menos de 24 horas después de conocer lo que cobra este sanitario sevillano, «El Mundo» revelaba los 555 millones de euros brutos que gana Lionel Messi por cuatro temporadas. «Redacción Médica» ha hecho el cálculo: «Esto significaría que el jugador percibe 15.845 euros por cada hora de trabajo, algo menos de lo que cobra un MIR de base por cada año de residencia sin complementos». Es decir, una hora de un futbolista frente a un año completo al frente del coronavirus.

En pleno debate sobre los salarios y los valores de la sociedad, reconozco que la historia del canadiense Laurent Duvernay-Tardif, siendo un astro del deporte, me ha conmovido. Hace un año, Duvernay-Tardif se alzaba con la victoria en la Super Bowl. Su equipo, los Kansas City Chiefs ganaban en una final de infarto frente a los San Francisco 49ers. El delantero saltó, festejó y bebió cerveza desde el mismo «súper tazón» con todos sus compañeros. Hoy verá el partido por televisión desde su sofá en Montreal después de una dura jornada en un centro sanitario a las afueras de la ciudad. Se comprará unas pizzas en la panadería de sus padres y disfrutará de la final, a la que su equipo ha vuelto a llegar, sin jugarla. Y es que tras la meteórica temporada anterior, Duvernay-Tardif decidió dejarlo durante un año para atender a una crisis que se expandía cada vez más, la del coronavirus. En 2018, se había graduado en la Facultad de Medicina de la Universidad de McGill, por lo que en abril colgó sus botas y se puso el pijama de médico (así como mascarillas y EPIS). «Estar en primera línea me ha dado una perspectiva distinta sobre esta pandemia y el estrés que ejerce sobre la gente y nuestro sistema sanitario. No puedo permitirme propagar el virus en nuestras comunidades simplemente para jugar a mi deporte favorito. Si voy a correr riesgos, lo haré cuidando a los pacientes», indicó el propio Duvernay-Tardif cuando se hizo público en julio que abandonaba la temporada. Esta semana reconocía a la revista «Time» que en plena tercera ola, lo más duro es «que la gente que trabaja aquí lo ha hecho a tiempo completo, sin vacaciones, sin descansos... para así poder cuidar a sus pacientes». Por cierto que Duvernay-Tardif ha dejado de ingresar 2,75 millones de dólares que había cerrado para esta temporada. Todavía quedan deportistas ejemplares.