Editorial

Cataluña sin solución

Puede decirse que hay un futuro sin solución, que la situación se encalla, que se está en el mismo sitio, sin más perspectiva que seguir forzando al Estado para una ruptura

Vuelve a repetirse un resultado similar al de las elecciones de febrero de 2017, cuando Cs fue el partido más votado, pero los independentistas fueron mayoría. Aquello abrió un horizonte de esperanza para que una opción constitucionalista se abriese paso en pleno «procés». Ahora ha sido el PSC quien ha ganado, pero es ERC y JxCat los que pueden alcanzar un pacto para formar gobierno y, sobre todo, tener la llave del futuro político de Cataluña.

Si, como parece, fragua una mayoría de gobierno con los partidos independentistas –sumándose la CUP–, puede decirse que hay un futuro sin solución, que la situación se encalla, que se está en el mismo sitio, sin más perspectiva que seguir forzando al Estado para una ruptura. El independentismo exhibirá como una victoria refrendaría el resultado, como viene haciendo. Pero, en este caso, su unilateralidad desbocada debería contenerse aún más porque, con una participación de poco más de la mitad del electorado, nos sitúan en un número de votos que, sumando a todo el separatismo, no llega al 1,5 millones. Por lo tanto, la perspectiva de acelerar el «procés» se cierra de momento.

Ahora lo que queda por resolver es cómo ERC y JxCat cierran un acuerdo, si es que no se abre otra vía, lo que tendrá efectos colaterales importantes en la particular guerra dentro del secesionismo: por primera vez los republicanos alcanzan la presidencia de la Generalitat desde la restauración del autogobierno. Aunque por poco, el partido de Oriol Junqueras tiene el mando del bloque nacionalista, sin olvidar de que de él depende la estabilidad del Ejecutivo de Pedro Sánchez. En este sentido, la opción de Salvador Illa como candidato ha funcionado; ha sabido capitalizar el voto de Cs y situarse en el centro del tablero, capitaneando la opción constitucionalista pero apartándose del centroderecha y abriendo, de nuevo, la mesa de negociación con el independentismo. En esto, la estrategia marcada por La Moncloa ha tenido un gran rédito: por un lado, fortalece a ERC, el partido que le da estabilidad, y, por otra parte, prácticamente llevar a Cs a la mínima expresión, cerrando toda opción constitucionalista que no pase por el PSC y, dejando al PP en la marginalidad gracias al espectacular ascenso de Vox.

Es un error o un subterfugio táctico pensar que el buen resultado de Illa es a la vez un aprobado a su gestión en la pandemia, como quisiera que se interpretarse desde La Moncloa, sobre todo cuando la mayoría la sigue teniendo el independentismo. La clave está en saber qué control tiene Sánchez de ERC y de sus planes. Si algo no entraba en los cálculos de Sánchez es que Pablo Iglesias no sufriera su esperpéntica estancia en el Gobierno. La clave ahora es esperar a ver cómo ERC y JxCat resuelven su pugna por el poder de la Generalitat. En definitiva, el independentismo sigue manteniendo el control de Cataluña.