Comisión Europea
Las disfunciones de Bruselas
Cientos de millones de europeos saben que la lentitud en el proceso de vacunación es por culpa, en parte, de las decisiones que se toman en Bruselas
La Unión Europea es, probablemente, el mejor invento político de la historia de la humanidad. Se creó para convertir en hermanos a quienes se habían enfrentado como enemigos en dos guerras mundiales. Que 27 países, a pesar de sus muchas diferencias e intereses, mantengan su determinación de caminar juntos es lo más parecido a un milagro. Por eso es tan importante preservar la Unión y hacerla más fuerte. Por desgracia, hay gestiones deficientes que no ayudan a que se cumpla ese objetivo porque hacen mucho mal a la imagen de la Europa unida.
Las deficiencias afloraron a la vista del mundo en la triste –y perfectamente evitable– visita del Alto Representante Josep Borrell a Rusia. No hacía falta ser un fino analista internacional para suponer que no sale entero aquel que se mete en la boca del lobo Vladimir Putin. Peor aún: la visita se hacía a sabiendas de que no había nada que ganar, y teniendo por seguro que sí había mucho que perder. Y se perdió todo, incluso la dignidad. El ministro de Asuntos Exteriores ruso Serguéi Lavrov –que ha retorcido su colmillo con muchas horas de vuelo en la escena mundial– sojuzgó a Borrell, mientras el jefe de la diplomacia europea no escatimaba en elogios hacia Rusia por el supuesto éxito de su vacuna, Sputnik V.
Y eso precisamente, la vacuna, puede haber sido el motivo de la desesperación que llevó a Borrell a asumir el riesgo de ser avergonzado a los ojos de todos. Porque la otra deficiencia ha sido la negociación para la compra de las dosis a las grandes farmacéuticas. Las vacunas se autorizaron –y las nuevas se siguen autorizando– tarde. Como primera consecuencia de esa tardanza, también se negoció tarde. Como segunda consecuencia, el proceso de vacunación también se inició tarde. Y como tercera consecuencia, el número de ciudadanos europeos vacunados es mucho menor de lo que podría ser, porque se pudo hacer antes.
Borrell se defendió ante el Parlamento Europeo, aunque reconoció que su viaje a Rusia había sido un fiasco. De la misma forma, días después la presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen, también tuvo que conceder a los eurodiputados que faltó diligencia en la gestión de las negociaciones.
El reconocimiento de lo que no se ha hecho bien y la petición de disculpas es un primer paso para poner en orden aquello que no funciona. Pero hay mucho trabajo por delante. Porque se ha fallado en algo demasiado importante y que afecta de forma muy directa a cada ciudadano. Ahora hay cientos de millones de europeos que saben que la lentitud en el proceso de vacunación es por culpa, en parte, de las decisiones que se toman en Bruselas y eso puede generar desconfianza hacia las instituciones comunitarias y dar aliento a los populismos euroescépticos –y hasta eurófobos– que pululan por nuestro continente. Y, lo que es peor, esto ocurre justo después del Brexit y cuando el Reino Unido sí ha sabido darle velocidad a su propio plan de vacunación, que va bastante más rápido que el comunitario.
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