Política

Batasunización

La entrada en prisión de Pablo Hasel ha iluminado varias contradicciones y una evidencia. No es cierto que el rapero enfile la trena sólo por sus letras y tuits. Está condenado por enaltecimiento del terrorismo e injurias a la Corona, sí. Pero hasta donde me alcanza contaba con antecedentes penales por discurso de odio y agresión. Quiero decir que en España, digan lo que digan el vicepresidente del gobierno y el ministro de Exteriores ruso, no basta con ser un buitre y escribir, pongamos, «es un error no escuchar lo que canto, como Terra Lliure dejando vivo a Losantos», «¿Matas a un policía? Te buscan hasta debajo de las piedras ¿Asesina la policía? Ni se investiga bien» o bien, hum, «pienso en balas que nucas de jueces nazis alcancen». Además, encima, necesitas insistir y, de paso, rociar con desinfectante, insultar y empujar a un periodista; no digamos ya si añades una condena por obstrucción a la justicia, amenazas a un testigo y maltrato.

La otra incoherencia fue suavemente alumbrada a la luz de los fuegos en Barcelona y Madrid. Tiene que ver con el empecinamiento de tratar a formaciones como la CUP y Podemos como interlocutores válidos o, ay, socios de gobierno en una democracia que aspire a sobrevivir. Recuerden que la CUP ha doblado escaños y que según leo su ascenso responde a la «movilización del voto antifascista». Un antifascismo empeñado en devorarlo todo. Un antifascismo jaleado en cinemascope por Pablo Echenique: «Todo mi apoyo a los jóvenes antifascistas que están pidiendo justicia y libertad de expresión en las calles. Ayer en Barcelona, hoy en la Puerta del Sol». Al portavoz no le recordábamos un tuit tan putrefacto desde que afeara los mítines políticos de varias víctimas del terrorismo. «Ciudadanos es un partido marginal en Euskadi y Rivera lo sabe», escribió con ocasión de un acto protagonizado por el filósofo Fernando Savater y la eurodiputada Maite Pagazaurtundua, cuyo hermano Joseba, policía municipal, militante primero de Euskadiko Ezkerra y luego del PSE, fue asesinado por ETA. «No se va a Errentería a conseguir los votos de los vascos y las vascas», sentenció el portavoz parlamentario de Unidas Podemos, «Va a incendiar la convivencia entre los diferentes pueblos de España a ver si así rebaña votos de odio en otros territorios. Duro, pero cierto».

En cuanto a la evidencia, el PSOE ha propiciado que España importe la monstruosidad política del País Vasco y Cataluña, o sea, la normalización de los albaceas del crimen político y el blanqueamiento de políticos iliberales y organizaciones golpistas. Vivimos inmersos en una batasunización cancerígena. Un proceso progresivo y letal, que arrasará los cimientos y garantías del Estado de Derecho.

Para que el arribista de Pedro Sánchez veranee en Doñana y cumpla su sueño de gobernar hemos aceptado el odio muy puro. Con el melancólico remate de comprobar el superlativo grado de confusión ideológica de quienes por bien por fanatismo, bien por ignorancia o lirondo cinismo, todavía tienen el cuajo de llamar antifascistas a fascistas tan incorregibles y orgullosos como el señor Echenique.