Cultura

Los viejos héroes

Hay quienes sostienen que las plataformas han dañado el cine, pero me da que quienes al final lo están matando son YouTube y Twitch

Supongo que pertenezco a una generación que de niño aprendió a asociar el cine con las tardes sin deberes. Uno acudía a las salas con la emoción que despierta en un muchacho unas horas de entretenimiento y palomitas. Se iba con esas expectativas que aún era capaz de concitar la proyección de una película. Pero también se acudía con la impaciencia de reencontrarse con los héroes que se habían conocido en filmes anteriores. La infancia, de algún modo, era eso, coleccionar personajes que acababan formando parte de un panteón propio, un cielo paralelo al de los dioses oficiales, hecho por tipos de vidas abultadas y malsanas, pero en los que cualquiera podía confiar. Gente de la pasta de Corto Maltés.

Los primeros héroes que me encontré procedían de las viñetas, como Tintín, Astérix, Mortadelo, Batman, y de esas lecturas en las que me iba a aventurando y que iban amontonándose en adecuado desorden en las estanterías. Una hornada posterior provino de la gran pantalla. Los fines de semana se convirtieron en actos de presentación, una alfombra roja para la imaginación, y ahí cualquiera podía conocer a Han Solo, la Teniente Ripley, Indiana Jones, John McClane, Marty McFly y su DeLorean o incluso Mad Max, aunque eso supusiera colarse en la sala con la entrada de «Flash Gordon». En realidad, no eran los paladines más perfectos del mundo, pero uno sentía cierta afinidad con esos personajes que no presentaban la contundencia muscular de Stallone o Schwarzenegger, y que, a diferencia de Superman, las cosas les salían torcidas a menudo, lo que, sin duda, aumentó la simpatía en alguien que siempre se ha pillado los dedos con el martillo.

El cine siempre nos ha ido brindando referentes y nos ha ido nutriendo de épicas. Llegué a creer en la misión que contaba el «Salvar al soldado Ryan». En los bares se mantuvieron largas discusiones con los colegas sobre si era correcto enviar un pelotón a buscarlo a pesar de que eso le costara la vida a la mitad de sus hombres. Aquellos eran otros tiempos, cuando un estreno implicaba una discusión posteriori, entre copas. Ahora a los chavales no les gustan los héroes del celuloide. No les dicen nada. Un amigo que enseña en la universidad me cuenta que sus alumnos se le amotinaron en clase y a través del delegado le rogaron que no les mandara ver películas. Argumentaron que las encontraban largas y tediosas. Y no es que les hubiera mandado ver a Murnau o un clásico de Bogart, sino a Scorsese. Se ve que para ellos «Platoon» es una cinta rodada a cámara lenta y el concepto de héroe es el Rubius. Hay quienes sostienen que las plataformas han dañado el cine, pero me da que quienes al final lo están matando son YouTube y Twitch, que han fomentado la idea de que un largometraje no es más que la suma de tres vídeos de cinco minutos.