Vacunación

Cómo sobrevivo a AstraZeneca

«Es mucho más peligroso contraer la Covid-19 que vacunarse con AstraZeneca»

John F. Kennedy siempre defendía que «existen riesgos para la acción, pero son muchos menos que los riesgos de la inacción cómoda». La vida en sí misma es un riesgo, desde la cuna, sin llegar quizá al exceso de Voltaire que la definía como «un juego azar». El jueves 1 de abril, Jueves Santo, alrededor del mediodía, recibí la vacuna de AstraZeneca en la parte superior de mi brazo izquierdo en el estadio Wanda Metropolitano de Madrid. Ha pasado más de una semana y todavía sobrevivo. Lo mismo le ocurre a un amigo, de mi misma edad, con el que coincidí en la cola. También sobreviven sin problemas conocidos y compañeros, casi todos de la misma quinta o parecida –somos de los que hicimos la mili–, vacunados la semana pasada. Nadie ha sufrido ningún efecto secundario importante y las únicas molestias han sido, en algunos casos, unas mínimas y pasajeras décimas de fiebre y, a veces, algo de cansancio, ya olvidado. Ahora, la política errática de las autoridades europeas, a la que hay que añadir la confusa del Gobierno de Sánchez, han generado una histeria y prevención colectiva sobre una vacuna con unos porcentajes de riesgo ínfimos y similares a los de cualquier medicamento habitual, desde el paracetamol a la aspirina o los antibióticos más comunes. Es posible que haya manos negras contra la vacuna de Astra Zeneca, pero habrá tiempo para dilucidarlo. Ahora, la realidad, que se intenta ocultar, es que es más peligroso contraer la Covid-19 que vacunarse con la fórmula británico-sueca. Es humano que exista preferencia por una vacuna o por otra, pero rechazar la opción de una protección cierta por temor a un riesgo remoto es una temeridad. Salir a la calle, no digamos ya subir a un automóvil, es un riesgo, superior según las estadísticas que recibir la vacuna ahora asignada en España para la población entre 60 y 69 años. Yo, desde luego, prefiero haber sido vacunado que seguir a la espera y si sobran dosis, porque hay quienes no las quieren, me ofrezco –conozco más voluntarios– para recibir la segunda toma lo antes posible, porque también creo, como Kennedy, que es mayor «el riesgo de la inacción».