Política

Pablo, Pablo, que te quiero Pablo

La realidad es que no hay más que ver la paz que ha dejado en el consejo de ministros la marcha del líder populista

La escena fue esperpéntica, pero la política tiene estas cosas. Gabilondo quiere a Pablo a cualquier precio. No le preocupa Mónica García, sino el líder populista. No hay duda de que es una extraña pareja con mayúsculas. Esta apelación final, como el último estertor de un político que sabe que camina con paso firme hacia la derrota, lo dice todo. Cómo no nos íbamos a sentir compungidos, incluso emocionados, ante la sumisión. La primera muestra agónica fue «Pablo, tenemos 12 días para ganar». Le acababa de decir a Mónica que sumaban, aunque nadie se lo cree salvo Tezanos que, a fuerza de hacer juegos de malabarismos con las encuestas, ha alcanzado un nivel de descrédito absoluto. Me quedó muy claro que Pedro Sánchez no ha informado a Gabilondo de que se duerme muy mal teniendo a Iglesias sentado en el gobierno. Como los políticos, no importa el color que tengan, son buenos actores llegué a creer que el presidente se había acostumbrado a ello e incluso que se sentía cómodo. La realidad es que no hay más que ver la paz que ha dejado en el consejo de ministros la marcha del líder populista.

Gabilondo mantuvo el cortejo al día siguiente. Hay que reconocer su tenacidad. Era el catedrático que repite la lección porque el mal alumno no la ha entendido. Fue interesante escucharle su disparatada explicación sobre el progresismo centrado, pero no de centro, y de brazos abiertos y convocar a todos los demócratas, porque hay una situación de emergencia. Eso del progresismo es absurdo. No creo que nadie pueda considerar que el comunismo y el populismo de su socio Iglesias se puedan considerar progresismo, porque no es más que regresión. Estaba desolado porque se ha ofrecido con las dos manos en todas direcciones e hizo una llamada a los votantes para que eligieran entre un gobierno de Ayuso y uno «serio, progresista y limpio», no sé si esto último es porque incrementaría la partida de jabones y productos de limpieza, pero muy serio no puede ser con Iglesias. La llamada era a todos los progresistas y los demócratas, supongo que montará la oficina del buen demócrata. Y sobre todo a «Pablo Iglesias, a Pablo, a Pablo», pero no entendí muy bien el recurso de repetir el nombre tres veces. Y caí en la cuenta de que le falló el subconsciente y se confundió con Pedro que negó tres veces a Jesús.