Política

Sánchez pierde la baraka

Sánchez ha perdido la bendición de la Fortuna. No se sabe muy bien por qué la tenía antes ni tampoco por qué ya no la tiene ahora

En un primer momento entiende uno que la imagen de Francisco Seco retrata al presidente de España en una postura si no de reflexión, sí al menos del intento de ella en cuanto remite en referencias claras al pensador que concibió Auguste Rodin en 1904 y del que ahora recuerdo que la intención del autor no era retratar un pensador, sino más bien a un poeta. «El pensamiento fértil se elabora lentamente por sí mismo dentro de su cerebro. No es más un soñador; es un creador», le explicó Rodin al crítico Marcel Adam. Desde Rodin, todas las manos que se ponen debajo del mentón suponen pensamiento, lo que ya es decir mucho. En esta foto, por ejemplo, Sánchez se estaba poniendo la mascarilla FFP2 sobre la oreja derecha con la mano izquierda.

Llevarse algo a un lado del cuerpo con la mano contraria es un gesto muy español y da medida de la lateralidad de España. Quizás haya posturas de sitios. Recuerdo una madrugada sevillana en que viendo una retransmisión de un canal local en los primeros tiempos de los teléfonos móviles, enfocaron a un chaval hablando con el teléfono sujeto con la mano izquierda sobre el oído derecho y el conductor del programa llegó a concluir que aquella imagen que estábamos viendo en casa constituía una muestra del barroco sevillano. Al escucharlo, celebramos mucho aquel comentario, aunque yo siempre he defendido que el barroco sevillano consistía en gritarle «¡Guapo!» a Poncio Pilatos al paso de la Hermandad de San Benito.

Pretendo enunciar aquí que Sánchez está hecho un lío y su postura me sirve como aproximación al estado de la contingencia política en la que se encuentra y por la que, habiendo sobrevolado todos los incendios monclovitas y cortada la cabellera de su adversario, se encuentra ante un dilema que ni siquiera puede solucionar el don de la ubicuidad con el que le dotaron los dioses. Cataluña parece un callejón sin salida incluso para Pedro Sánchez, que nunca se ha visto en uno. La trampa consiste en que va a quedar mal ocurra lo que ocurra en el Palau. Todas las opciones le vienen mal. Seré breve. Si Sánchez deja que fluyan los acontecimientos a unas nuevas elecciones, puede recibir votantes del derrumbe de Ciudadanos, pero también puede ver recomponerse al PP. Si en cambio se forma un tripartito nacionalista, quedará probado que la arcadia de una Cataluña postprocés en la que había que hacer concesiones al independentismo pues Esquerra se caería del caballo unilateralista, es una pura invención para justificar las majaderías territoriales de su Gobierno. Si apoya un Gobierno de Esquerra en cualquier fórmula de minoría, enfadará al socialismo no sanchista y seguirá pagando el precio que pagó el 4M y si no le apoya, perderá el sostén de Esquerra en Madrid y matará a Frankenstein.

Esto sucede porque a Sánchez todo le venía bien y ahora después de las autonómicas madrileñas, todo le viene mal. Dijo Redondo que el voto se decidía en una emoción y yo creo que habla de algo demasiado sólido. La política ya es una emoción, una sensación, un humor y –por qué no–, una suerte, y esa suerte ya no está con Sánchez que ha perdido la «baraka» o la bendición de la Fortuna. No se sabe muy bien por qué la tenía antes ni tampoco por qué ya no la tiene ahora, pero eso es lo que aparece en todos los posos de café salvo en los de Pepefé Tezanos, naturalmente.