Opinión

Ínfulas de influencer

La vida del cronista, del escritor, de una pobre columnista como yo es mucho más aburrida sin elecciones y sin el chepas. Mamen, una amiga mía, me decía esta semana “¿y no vas a escribir sobre el corte de pelo de Iglesias? Y yo le dije “no, a este hay que condenarlo al ostracismo, al olvido más desconsiderado, que bastante irritación nos produjo mientras estuvo haciéndonos la puñeta como vicepresidente”. Ahora tenemos otra protagonista con ínfulas de influencer, que es Yolanda Díaz, que viene pisando fuerte, dispuesta a dar que hablar con sus outfits, pero tiene menos fuerza que una gaseosa, tanto en lo político como en imagen. Otra que también tiene las mismas aspiraciones es la consorte de Moncloa, que va impartiendo conferencias por aquí y por allá y administrando buenos consejos. Reina de la jeta hispana, Begoña como se apellide va sacando pingües ganancias con sus charlas hueras de contenido. Pero no hay como ser consorte del presidente para que te salgan chollos hasta debajo de las piedras.

Hubo un consorte sobresaliente, que falleció hizo 20 años el pasado día once, que sí tenía méritos sobrados para llegar a todo lo que llegó. Me estoy refiriendo a Jesús Aguirre, duque de Alba, de quien la gran Cayetana se enamoró pese a la oposición de su familia y hasta de la sociedad madrileña. Sin embargo, yo, que los conocí bien, no dejo de reconocer que eran tal para cual, dos divinos que, según ella, copulaban todos los días, y no se cansaba de repetirlo a todo aquel que quisiera oírla. Él era un gran cínico. Su fina ironía y su enorme cultura formaban parte de su inmenso encanto. Siempre nos llevamos bien, nos entendíamos a la perfección y nos encantaba coincidir el uno al lado del otro en comidas oficiales, que sólo resultaban amenas por eso, porque estábamos juntos. Él puso orden en el legado Alba, trabajo ímprobo que no sé si alguien se lo agradeció alguna vez, e hizo compañía a su augusta y especialísima esposa, quien me honró con su amistad y con sus frecuentes invitaciones tanto en Madrid como en Sevilla.

En los premios Princesa de Asturias (entonces eran Príncipe de Asturias) coincidíamos siempre Jesús Aguirre y nosotros. Cayetana no siempre venía, aunque era una ocasión divertida y hasta festiva donde intelectuales de aquí y de allá se reunían para festejar la cultura. Me pregunto qué diría Aguirre del premio de las Artes de este año, con la Abramovic como ganadora, fruto del papanatismo patrio que no se le ocurre a nadie más cercano o más facilito para premiar. Las performances de esta mujer, tan admirada por los simples y bobalicones, están pensadas solo para epatar con sus desnudos sin venir a cuento y con sus posados estáticos durante horas y horas. Todo muy moderno pero insisto en que hay artistas mejores (patrios y no patrios) para tan prestigioso galardón. Para mí los bluffs no computan ni compiten.

CODA. “El plagio de tesis doctorales en la universidad se castigará con hasta cinco años de expulsión. El borrador de la Ley de Disciplina Académica lo considera una falta muy grave, como la falsificación de actas, las novatadas o los escraches violentos”. ¿Tendrá esta ley efecto retroactivo? En ese caso, ¿qué pasará con el doctor Sánchez?