El cuaderno de Chapu Apaolaza: 2050 por la mañana

El Gobierno va a presentar un documento de la España de 2050. Iván Redondo dice que “llegó nuestro momento”, aunque mi plan para 2050 es confundir los nombres de mis nietos. No se preparó una legislación alternativa al estado de alarma, pero tendremos algo para dentro de tres décadas. El futuro es una cometa: para que funcione solo hay que darle viento (tiempo) y cuerda. Así uno, cansado ya de buscarse el pan para llegar a esta noche, suelta el hilo de la imaginación y se instala en el tiempo del Gobierno para esa fecha, una cosa tan futura que se supone que ya nos habrá dado tiempo a solucionar todos los problemas. Sánchez sabe que el mañana -mejor el pasado mañana- siempre se ha visto como ese momento en el que vuelan los coches y la ciencia habrá conseguido que cambiemos de tiempo, de cuerpo, de planeta y hasta de humor. Con la distancia que le aplica Moncloa a las cosas, el mundo adquiere una épica, una elegancia y exotismo del que se imbuye Sánchez-líder-del-mañana -se supone que estará él-, un boato casi como de batín de seda del Capitán Nemo en ‘Veinte mil leguas de viaje submarino’, y a mí veinte mil ya me parecen pocas .

El sanchismo es una máquina del tiempo eléctrica enchufable. Su estado natural es el presente estricto, un ‘ahora’ desprovisto de las promesas del pasado y las consecuencias del futuro. Ahí se desdobla su líder en Sánchez presidente, que es distinto de Sánchez candidato y que es diferente a su vez de otros Sánchez que hayan dicho cualquier cosa que contradiga la que dice ahora, que es el que tiene razón en todo caso pues el momento en que se dijo otra cosa era distinto al presente sanchista que es el que nos ocupa. También existen, desconectados del ahora, el ayer y el mañana entre los que viaja mi Españita con solo pulsar un botón que hay en Moncloa. Un día anda en lo de 2050 y al día siguiente, en julio de 1936.

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