Marruecos

Ceuta: entre Madrid y Rabat

«La estabilidad institucional de Marruecos es estratégica para España» es una afirmación que tuve ocasión de repetir en diversas ocasiones en Marruecos y en nuestro país durante mi experiencia en el Ministerio del Interior, con graves crisis migratorias y de refugiados, y la emergencia del terrorismo internacional islamista del DAESH. Lo dije como una profunda convicción basada en un simple análisis de la realidad geoestratégica, que obliga a que el Reino alauita y el nuestro estén llamados a entenderse, manteniendo una relación bilateral privilegiada basada en el respeto y confianza mutuos, en interés de ambos.

No es ningún secreto que para Marruecos la cuestión del Sáhara es importante. Demasiado como para subordinarla a un socio de Gobierno de ideología excluyente. También la españolidad de Ceuta y Melilla es vital. Es cierto que el paralelismo de lo que algunos denominan ya «marcha negra» con el precedente de la «ecológica y sostenible» agonizando Franco, muestra que posturas ambiguas u hostiles dinamitan canales de comunicación que siempre deben preservarse abiertos con un socio estratégico.

«No hay mal que por bien no venga», y esta grave crisis es una oportunidad para una nueva etapa en la relación con nuestro socio, ahora apoyado por Biden –ya no por Trump–, a diferencia de Perejil, lo que obliga a aterrizar en 2021, y no en 2030 o en 2050. El problema está en Rabat y en Madrid, y entre los dos puede y debe solucionarse. Rectificar es de sabios y necedad perseverar en el grave error.