Marruecos

Recomponer las relaciones con Marruecos

La grave crisis abierta entre España y Marruecos ha dejado al descubierto la debilidad de nuestra diplomacia, ya no solo con el vecino del sur, sino con Estados Unidos que, en definitiva, es el valedor de la estrategia seguida por Rabat. En definitiva, la frontera de Ceuta –también la de Melilla– es vulnerable y requiere de un nuevo planteamiento en su protección y mutua colaboración, que empieza, por un lado, en los territorios subsaharianos, pero también en el lado marroquí de la valla. Marruecos demostró que España no fue capaz de impedir que pasaran 9.000 inmigrantes en apenas unas horas. Podrá decirse que esa avalancha era incontrolable –y no tuvo coste humano alguno– y que nadie habría previsto esa posibilidad, lo que evidencia que el Ministerio de Exteriores español seguía instalado en una realidad paralela que tanto ha irritado a Marruecos: seguir diciendo que las relaciones entre ambos países eran «excelentes» cuando era evidente que por lo menos desde el pasado noviembre se había producido un deterioro, en concreto desde que en el Gobierno español Unidas Podemos propuso un referéndum en el Sáhara. El caso de acoger al líder del Polisario, Brahim Ghali, podría haberse resuelto informando a Rabat, pero esa ocultación mina ahora la confianza en la colaboración en temas tan delicados como cuando España pide información sobre un terrorista y Marruecos la facilita, si dispone de ella. En esta crisis hay muchos planos y, al margen de que debe haber una solución de conjunto que subsane la plena confianza y colaboración, hay un aspecto que es esencial: la inmigración ilegal.

Lo que no se puede es negar la realidad de los hechos, que España y Marruecos comparten fronteras y que ésta es la primera de Europa, de ahí que no se entiende que el responsable de la diplomacia marroquí, Nasar Burita, diga que no quiere que su país sea el «gendarme de Europa». Es lógico que no quiera cumplir ese papel, pero Marruecos sigue siendo una ruta fundamental para la inmigración ilegal. Según la Comisión Europea, desde 2007, Rabat ha recibido 13.000 millones de euros, de los que la gran parte –11.500 millones– son para invertir en servicios sociales y el resto para cooperación entre países y control fronterizo. Obviamente, España tampoco quiere ocupar ese papel policial como primera frontera de la UE en el continente africano, pero hay un hecho geográfico innegable e histórico al tener dos ciudades en territorio marroquí. España dispone del Frontex, la agencia europea de guardia de fronteras, y no debería rechazar este servicio para blindar unos pasos que han demostrado ser absolutamente vulnerables. Europa debe hacer propio este problema y el apoyo recibido por la UE no debería quedar en simples propósitos. Es necesario reconocer los errores cometidos y recomponer las relaciones con nuestro vecino del sur.