Indulto

Cuento sobre los indultos

Estamos ante un nuevo lío, que puede no ser determinante en el resultado de las próximas elecciones generales

Si la política fuera política que piensa en resolver problemas, y no en ganar elecciones, el debate sobre los indultos a los líderes independentistas se abría abierto con una reunión del más alto nivel entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición, en la medida en que es una decisión que compromete al Estado. En esa entrevista los dos habrían debatido sobre los efectos, consecuencias y límites de la medida de gracia. Si este debate fuera de solucionar problemas, presidente del Gobierno y líder de la oposición habrían comparecido después juntos para informar de la decisión, a favor o en contra, y explicar los fundamentos de la razón política.

Si los indultos fueran razón de Estado el presidente del Gobierno habría entendido también en campaña electoral que eran una posibilidad que había que valorar para conseguir avanzar en la convivencia y en la resolución del problema catalán, y habría hecho pedagogía de esta medida, en la que ahora cree, aunque tuviera que examinarse ante las urnas. Y el líder de la oposición, entendiendo que se quiere lo mejor para España y para una Cataluña integrada en España, es también posible que no se hubiera dejado llevar a una concentración en Colón que puede ser el marco legítimo para que se muestre la desafección de una parte mayoritaria de la ciudadanía con una decisión que no comparten, pero que no es el mejor ámbito para que un partido de gobierno haga política pensando en el interés general y no en el interés de parte.

Así y todo, estamos ante un nuevo lío, que puede no ser determinante en el resultado de las próximas elecciones generales, salvo que se fueran a celebrar mañana, pero que los aparatos de los partidos están gestionando sobre la base de sus propios cálculos electorales. Imaginemos ese país en el que sus principales políticos ejerciesen su liderazgo con sentido de Estado, asumiendo las consecuencias de sus decisiones y asumiendo también el desgaste de las mismas si consideran que son buenas para el interés general y no para ellos. En esa España, Pedro Sánchez y Pablo Casado podían hasta haber acordado unos indultos individualizados, limitados y con condiciones, y ajustados a un pacto público por el que se advertía al independentismo que si rompía la lealtad y legalidad obligadas, habría otro 155. Pero esta vez de verdad, no de farol, como con el Gobierno de Rajoy.