Opinión

¿Cárcel para los cristianos?

Nuestro gobierno pretende modificar el Código Penal para penalizar con hasta un año de prisión a los voluntarios que ofrezcan información próvida a las mujeres frente a las clínicas abortistas

¿Llegará un momento en el que los creyentes (me refiero a los de verdad, no a los que viven la fe como la pertenencia a un club tradicional) serán perseguidos en Europa? No… ¡imposible! No obstante, no me extrañaría demasiado que nuestros ojos vean como un día las Biblias son prohibidas.

Anticipaba en la distopia en mi columna sobre “PSOE 2050” que las actividades intelectuales serían aniquiladas y condenadas; que se impondrían penas griegas a cualquiera que se manifestara libremente; que los intelectualmente divergentes seríamos objeto de los castigos ejemplarizantes del mundo clásico como beber cicuta o se nos condenaría al ostracismo.

Bien, parece que no será en treinta años sino mucho antes.

Hasta ahora, la constitución señala como derechos y libertades protegidas de especial modo por ser fundamentales para el ciudadano, la libertad de expresión, la libertad de pensamiento, ideología y culto y la igualdad de todos ante la ley sin distinción de raza, credo y género.

Sin embargo, nuestro gobierno pretende modificar el Código Penal para penalizar con hasta un año de prisión a los voluntarios que ofrezcan información próvida de manera pacífica a las mujeres frente a las clínicas abortistas.

La realidad es que hay un porcentaje bajo, sólo del 10%, que aceptan mantener una conversación, hacerse una ecografía, para conocer el latido de su bebé en la ambulancia, con un médico voluntario y saber más. Estos voluntarios, ahora bajo sospecha, se dedican a contactar con asociaciones sin ánimo de lucro que ayudan a las madres con pañales, les buscan trabajo o lo que necesiten.

De salir adelante la modificación legal, también serían condenados, aunque no tengan contacto alguno con la embarazada, aquellos que promuevan o participen en concentraciones en las proximidades de lugares habilitados para interrumpir embarazos porque, en opinión de nuestro gobierno, supone hostigar y coartar la libertad de las mujeres que pretenden abortar.

Y digo yo, ¿desde cuándo dar información es coartar la libertad de alguien? ¿No les parece que es justo lo contrario?

Lo verdadera intimidación en dado caso para las mujeres sería cuando tras un positivo de varias semanas de gestación, el médico de atención primaria les pregunta si va a haber embarazo, ¿no es de locos?

Por otra parte, si voy caminando por la calle y alguien me requiere para intentar convencerme de algo de forma pacífica no limita mi libertad, de ser así, el gobierno debería castigar también cualquier iniciativa que intente persuadir de algo, ya sea de tipo comercial, social y, por supuesto, político…

Pero en la España kafkiana que nos ha tocado, los delincuentes políticos están de enhorabuena, porque el ejecutivo pretende su indulto tanto como desea condenar en nombre de su sanchista buenismo a los que predican el Evangelio con el ejemplo.

La Banalidad del mal es un concepto acuñado por la filósofa Hannah Arendt para describir cómo un sistema político puede trivializar el exterminio de seres humanos cuando se realiza como un procedimiento burocrático donde no existen consecuencias éticas ni morales.

Por mi parte, si alguna de las mujeres de mi círculo, menor o mayor de edad, perpetrara un aborto, quisiera informarle por su salud física y mental en primer lugar. ¿Sabrá que se realiza mediante succión y una cuchara cortante (legra) que puede producir cicatrices en la pared del útero (síndrome de Asherman) y dificultades para quedar embarazada posteriormente? ¿Sabrá que produce secuelas psicológicas y trastornos mentales?

En segundo lugar, porque se trata de detener la vida de otra persona (lo de “interrumpir el embarazo” es un eufemismo, como tantos otros en esta sociedad inconsciente).

En tercer lugar, porque el cigoto, luego embrión, luego feto y luego niño tiene derecho a ser protegido igual que todos los seres humanos por lo que le informaría de un abanico de opciones no violentas para con ese ser nuevo y singular.

Si alguna de las mujeres de mi entorno quisiera abortar, me gustaría ofrecerle toda la información, explicarle que el aborto no es libertad, porque la libertad nace del respeto a la vida y a los demás y, abolida la esclavitud, nadie es propiedad de nadie.

Los defensores del aborto oponen a las mujeres contra los niños, el enemigo en forma de carga indeseada e inmanejable. Sin embargo, los verdaderos enemigos de las mujeres, son la falta de recursos y de apoyo emocional, provenientes de una sociedad heteropatriarcal e insensible con las necesidades y aspiraciones de sus mujeres.

El feminismo y el progreso es que las universidades españolas apoyen a las madres solteras o casadas y que todos promovamos las opciones de adopción, así como los recursos, alojamiento, el cuidado de los niños y la cobertura de los gastos de maternidad para que las mujeres no estén obligadas a elegir entre sacrificar sus carreras y sacrificar a sus hijos.

Progreso y libertad es recibir una educación sexual adecuada e información sobre las alternativas no violentas a la maternidad; recibir asistencia psicológica, igual que ayuda económica, y nuestro gobierno, como todos, debería luchar por ello.

En cuanto a lo sancionable, puestos a castigar ¿qué tal si perseguimos el mobbing maternal personal-familiar, social y laboral de manera efectiva por ley?.

Si yo me hubiera encontrado en la disyuntiva terrible de abortar, quisiera que algún voluntario me explicara que no es un derecho porque de hecho lo es la preservación de esa vida que está siendo cuestionada. Que no es solidario sino todo lo contrario porque no apoya a la mujer embarazada, ni respalda su situación.

¡No! (espero no repetir esto mismo algún día desde la cárcel) El aborto no es un método anticonceptivo más, a la luz de la inteligencia, el aborto es otro fracaso de este gobierno y de la sociedad.