Política
Un tiempo nuevo. O no
Sobre la Pandemia, la impresión general de que el Gobierno se ha desentendido resulta muy difícil de disolver
Se oscurece el paisaje del verano con esa niebla cada vez más espesa de los contagios de COVID que se disparan. Como la luz, que más que dispararse se proyecta a la atmósfera como la nave de Bezos en su nada inocente ni caprichoso cuarto de hora de fama y paseo interespacial. Son dos magnitudes de diferente carácter pero que arrastran una incómoda consecuencia común: actúan contra el prestigio del gobierno. Y eso son números en negativo, lastre electoral, para entendernos. Ahora que parece que Warren Sánchez (gracias profesor Rodríguez Braun por prestarme desde esta misma página la denominación, de origen Luthierano) ha conseguido, con la matanza tejana de la Moncloa, levantar algo el ánimo de su parroquia electoral, lo de la revuelta de la Covid y la inoportuna sobrecarga eléctrica pueden volver a lastrar la recuperación. Del presidente y el PSOE, claro. La otra, la económica, está aún pendiente de los destrozos que haga esta quinta ola y de la llegada en tiempo y forma de los dineros de la solidaridad europea. Cierto es que quedan dos años aún para que termine la legislatura, salvo sorpresa o inesperada conmoción que fuerce cambios, pero si la pandemia se mantiene mucho tiempo fuera de control, con las consecuencias sanitarias y económicas que traería, y lo de la luz sigue en alza hasta abril, como calculan ya los agoreros menos pesimistas, no va a ser fácil que Sánchez siga reinando entre los incombustibles. Además, tiene ante sí el borrón ambivalente de la mesa catalana que arrancará el dos de agosto con exigencias de público dominio que desgastan al gobierno casi tanto como la luz estratosférica y la pandemia incontenida.
¿Es inevitable entonces su desgaste? Puede que no. Ya está el ministro Garzón, que sigue con sus carnes como antónimo de salud, anunciando que se tomarán «medidas estructurales», que, aunque no remate, no se concreten, muestran inquietud y deseo de resolver la cuestión del desenfreno eléctrico. Una mayor implicación de todo el gobierno –no solo Consumo, también Transición Energética, Industria o Hacienda– no sé si amortiguaría la subida, pero sí ofrecería la sensación de que se está tratando de actuar en serio.
Sobre la Pandemia, la impresión general de que el gobierno se ha desentendido resulta muy difícil de disolver por mucho que las vacunas vayan avanzando. Porque realmente ha sido así, se ha desentendido. Ni siquiera el ánimo optimista que muestran en público gobierno y partido socialista es capaz de reducir la desafección popular. De hecho, la constatación de que esto está fuera de control y que el crecimiento de la presión en las UCIS va creciendo convierten en inaceptables bromas macabras esas referencias a que todo va a mejor y tocamos con los dedos el final de la crisis. Hay quien piensa, quizá también dentro del gobierno, que habría llegado el momento de recuperar de verdad la gobernanza.
Otra cosa es que vaya a hacerlo Sánchez. Dependerá del cálculo político de desgaste, de la cantidad de pelos que se vayan a dejar en la gatera.
Veremos si la nueva estrategia es de verdad nueva, o seguimos en el márketing aunque se haya ido Redondo.
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