Opinión

Ad maiorem Sánchez gloriam

Será el secretario general de la historia del PSOE que ha acumulado más poder interno

San Ignacio de Loyola utilizaba en sus escritos la acertada frase en latín de «Ad maiorem Dei gloriam» («Para la mayor gloria de Dios»), que se conoce también por su abreviatura A.M.D.G., y que es la divisa de la Compañía de Jesús o de los Jesuitas. El fundador de esta poderosa y prestigiosa orden se inspiró en la Primera epístola a los corintios en la que San Pablo utiliza la expresión «in gloriam Dei».

He de reconocer que siempre me ha gustado, tanto en su sentido literal que comparto como católico como en la posibilidad de utilizarla refiriéndome a los políticos y la irrefrenable tendencia que sufren al cesarismo presidencialista. Ni siquiera lo puedo criticar, aunque no lo comparto, porque es propio del ser humano y la erótica del poder. Es muy difícil ser como Mark Rutte, el primer ministro de los Países Bajos, e ir en bicicleta al despacho. El PSOE camina con paso firme a una mutación de los equilibrios internos para alcanzar un liderazgo omnipresente.

Una vez concluya el proceso podrán utilizar sin ningún atisbo de duda el «Ad maiorem Sánchez gloriam» (AMSG). La verdad es que suena francamente bien e incluso me parece acertado que el presidente del gobierno quiera que la maquinaria de Ferraz funcione por fin con eficacia y coordinación. Es una concepción meramente instrumental de entender el papel de un partido político y no se aleja, aunque lo perfecciona, del modelo que encontramos en otras formaciones.

Con ello será el secretario general de la historia del PSOE que ha acumulado más poder interno y ha laminado a los díscolos. Los partidos en el sistema anglosajón no son un fin en sí mismo, sino el mecanismo democrático para alcanzar el poder. Por ello, no conocemos quienes son los presidentes del Partido Laborista o Conservador, en el Reino Unido, o del Demócrata y Republicano, en Estados Unidos, porque no tienen el poder.

En ambos países, se repite el mismo esquema por el que el poder corresponde al presidente estadounidense o al primer ministro británico y al líder de la oposición con respecto a la formación que no gobierna. La diferencia es que el sistema electoral otorga una gran independencia a los parlamentarios, porque no dependen del partido. Es lo que nos falta en España para perfeccionar el modelo.